Combatir el plástico: menos bolsas, más delfines, más fauna...
Uno de los paisajes mexicanos más comunes después de la Semana Santa es el de un hermoso paraje adornado de basura. Asquerosa basura, malditos vacacionistas que la dejaron ahí.
Así es la cruda realidad, amigo lector, el paso de los visitantes deja toneladas de basura en las playas, lagunas, bosques y presas, y de alguna manera muy terrible, ya estamos acostumbrados a que eso suceda. Lamentable.
En prensa, televisión y redes pudimos ver las playas en Tampico con muchísima basura; pero en nuestro estado también, en Santiago, la presa La Boca amaneció con toneladas de bolsas, botes y desechables, comida, pañales y cuanta cosa más pueda usted imaginar. Y esto sucedió todos los días.
Cuando digo que ya estamos acostumbrados, me refiero a que las autoridades municipales conocen el problema y hacen un operativo de limpieza mañanero para recibir con dignidad a los visitantes. Pero el problema sigue ahí: generamos muchísima basura y la dejamos sin pudor donde andemos. Es, sin duda, un problema cultural, pero ya se convirtió en un problema ambiental.
La basura se traslada con el agua y el viento. Por desgracia, la mayor parte termina en los océanos. Seguro recordará, estimado lector, que existen varias “islas de basura” en diferentes océanos del mundo, algunas, del tamaño del estado de Chihuahua.
Esas “islas” flotantes de basura son principalmente de plástico: bolsas, popotes, recipientes, jeringas, envases, basura electrónica, pet, partes de autos y muchísimas cosas más que nadie sabe cómo llegaron ahí, pero que ya son un problema ambiental.
Resulta que muchos objetos plásticos los comen las tortugas, peces, delfines, tiburones, ballenas, en fin, toda la fauna marina está expuesta a comer por error estos plásticos y mueren.
Con el paso del tiempo la fauna se reduce, incluso la protegida, y los ecosistemas se rompen y las cadenas alimenticias desaparecen, con todo eso la vida en el mar está rumbo al colapso.
El calentamiento global es una causa muy grande de ese colapso, no es el plástico nada más, pero la quema de plásticos y otros materiales en los basureros, libera carbono y tóxicos que contribuyen a que el planeta se caliente.
El calentamiento de la Tierra está ocasionando un cambio en el clima como lo conocemos, provocando un desorden generalizado: llueve donde no llovía, sequías donde no las había, tormentas y tornados extremos, en fin, un desorden que afecta la vida de los humanos, la fauna y las plantas.
El problema es grande y requiere de muchísimas acciones coordinadas por muchas naciones, pero primero se necesita un cambio cultural de la población de todo el mundo.
Para poner un ejemplo, amigo lector, el mes pasado en Nuevo León se anunció la resolución del Congreso para prohibir las bolsas de plástico en las tiendas: que no se regalen, que no las vendan. Que los regios carguemos nuestras bolsas para llevar el mandado.
Esta ley, como la que prohíbe los popotes, entra en vigor en octubre próximo y se comenzará a multar en el 2020 a quien no la cumpla, con multas millonarias que nadie quiere pagar y clausuras de establecimientos.
Se trata de detener la fabricación de las bolsas que nos regalan en las tiendas, ésas que llegan al mar y no se degradan. Habrá que llevar nuestras bolsas de tela y redes de mercado.
Por lo pronto no se ven las campañas en las tiendas, nadie está avisándole a los consumidores, ni los paqueteros ni las tiendas de conveniencia saben de esta ley.
Está faltando que la población se entere y se acostumbre, porque la idea es hacer una nueva cultura del uso del plástico y los empaques.
Así como con los popotes, tratemos de hacer algo personalmente y no aceptemos bolsas en ningún lugar, basta con recordar que entre menos bolsas, más delfines, más ballenas, más fauna, más vida… o usted, ¿qué opina?
alejandro.gonzalez@milenio.com