Pacto de no agresión entre plantas y bacterias
Es un hecho de que no todas las bacterias son dañinas, y ahora se sabe que muchas de ellas son benéficas para nuestra salud. Este hecho, no solo se limita a los humanos, sino que también se ven reflejados en organismos como las plantas. ¿Pero cómo se dan estas relaciones entre planta y bacteria? o ¿qué estrategias usan las plantas para distinguir entre las bacterias benéficas y las dañinas? son una de las preguntas que abordamos en el Centro de Investigación y Desarrollo en Agrobiotecnología Alimentaria (CIDEA).
Si bien, las plantas son organismos que poco entendemos de sus hábitos y quehaceres, ellas como todo ser vivo intentan sobrevivir a todos los peligros a los que se enfrentan. Las plantas, al igual que nosotros, tienen un complicado mecanismo para reconocer a sus agresores (patógenos) y/o colaboradores (simbiontes), que les provee las herramientas para defenderse cuando lo requieren o les permiten interaccionar y sacar un beneficio mutuo de ello. En ese sentido, a las herramientas con las que se defienden se les llama sistemas inmunológicos y son los encargados de lidiar dicha batalla química.
En homología al sistema inmunológico del ser humano, las plantas comparten en común mecanismos de reconocimiento, propagación y ejecución en respuesta al agresor. Cuando en el otro sentido, la interacción de las plantas con algunas bacterias benéficas (simbiontes) le provee un mejor crecimiento, una mayor producción de grano, fruto o producto, y una mayor resistencia a condiciones ambientales adversas como plagas, sequías, heladas, entre otras.
Dentro de los mecanismos empleados, está la producción de hormonas de crecimiento, la solubilización de minerales, producción de compuestos protectores y de señalización. Y las bacterias son finalmente recompensadas por parte de la planta con algunos nutrimentos para su crecimiento.
Si bien, las plantas a lo largo de su vida se defienden de muchas bacterias patogénicas (agresoras), también es cierto que con otras han decidido firmar un pacto de no agresión y para ello utilizan el lenguaje químico para comunicarse. Esto es, cuando las plantas son atacadas por bacterias incompatibles en su interacción, se da un proceso parecido a la inmunización que alerta a la planta y la mantiene en constante vigilia, permitiéndole responder de manera más eficiente a su entorno. Y muchas de estas bacterias benéficas las encontramos conviviendo en las inmediaciones del suelo que rodean a las raíces de las plantas. Estos microorganismos se encuentran por lo general formando comunidades o también llamados consorcios microbianos, lo que le ha permitido distribuirse sus actividades y cooperar para sobrevivir. Dichas interacciones vienen acompañadas de transmitir estos saberes que han ganado a las próximas generaciones. Siendo representadas como modificaciones químicas dentro de su información genética, a lo que se le denomina epigenética, lo que le permite reconocer sus anteriores interacciones, ya sean benéficas o dañinas.
Una de las formas como hemos logrado entender dichas estrategias de defensa, es aislar a los miembros dentro de los mecanismos relacionados a dicho proceso, a los que llamamos “genes de respuesta”, y estudiar su aporte de manera individual. Esto nos ha permitido establecer que función tiene cada elemento y así poder acercarnos más en el entendimiento de sus quehaceres. Este conocimiento específico entre las interacciones planta-bacteria nos permitirá elaborar productos a base de microorganismos que mejoren las condiciones de crecimiento de las plantas, o también denominado biorremediación de suelos, y así obtener mejores rendimientos en campo.
Dr.Victor Manuel González Mendoza
Investigador Cátedras Conacyt