La literatura: carrera de relevos
Alguna vez escuché a Julián Ríos, el autor gallego aclimatado en París, autor de la estupenda y polifónica novela Larva, decir que la literatura es, en rigor, una carrera de relevos.
Y es verdad. Carrera de relevos perceptible en el verso becqueriano “Donde habite el olvido”, retomado después por nadie menos que Luis Cernuda y luego por el afamado cantautor Joaquín Sabina.
El otro día, en mi curso sobre El Criticón, en San Ángel, CDMX, Paloma Díaz me dijo “Oye, Gil, los versos que estás citando de Antonio Machado tienen un antecedente medieval.
Se trata de la canción sefardí que inicia “En la mar hay una torre,/en la torre una ventana,/en la ventana una hija/que a los marineros llama””.
Imposible no reconocer la correspondencia con estos versos de Antonio Machado que cite en aquella ocasión:
“La plaza tiene una torre,/la torre tiene un balcón,/el balcón tiene una dama/la dama una blanca flor”.
El poema prosigue y discurre por otro cauce, pero la semejanza con la canción sefardí es indisimulada en los versos iniciales.
El otro día leí la expresión rubias trenzas en un poema de Góngora (“Las rubias trenzas y la vista bella” en un soneto cuyo verso inaugural es “No destrozada nave en roca dura”.
Y recordé “Antes, llevado de mis antojos,/besé los labios que al beso invitan,/las rubias trenzas, los grandes ojos,/¡Sin acordarme que se marchitan”.
¿Hay plagio en la incidencia de las rubias trenzas en los poemas de Góngora y de Nervo?
Por supuesto que no: mero relevo lexical después de tantos años.