Nico Williams jugará en
Montjuïc con el 10 en la espalda. Eso sí, con la camiseta del
Athletic Club. Tenía razón
Xavi cuando dijo que el Barça ya no puede fichar a los jugadores que quiere. Se le tiraron encima. Esa frase fue el principio del fin. Pero era cierta. Las prioridades se escapan. Cada verano, igual. Cuando no es
Bernardo Silva es
Kimmich y, cuando no,
Nico Williams. En su caso, la fidelidad a Bilbao, y la promesa a su hermano
Iñaki, pesan más que su estrenada amistad con el “bro”
Lamine Yamal, el deseo ardiente de
Laporta de traerlo para la inauguración del Camp Nou, y la paupérrima economía del
Barça. Por decirlo en palabras de
Messi, al
Barça “no nos alcanza” para pagar una cláusula de 58 millones de euros. A pesar de que en el Club se tenga el convencimiento de que
Williams Jr. es el jugador idóneo para el desequilibrio que pide
Flick y para las necesidades de márketing del
Barça actual, que ha perdido gancho desde la dolorosa marcha de
Messi, era una operación económicamente utópica. Pero de ilusión también se vive. La portentosa Eurocopa jugada por
Nico, el buen rollo generado con
Lamine Yamal (en el césped y en las redes), y la fantasía de verano que se generó en el barcelonismo, alimentada desde dentro y con no pocos guiños por parte del Presidente, propició incluso que en algunas tertulias se equiparase el fichaje de
Mbappé por el
Madrid con el de
Nico por el Barça. Por favor… Claro que también se repetía, en medios catalanes, que se conseguiría llegar a la norma 1:1 y que eso significaba volver a fichar “con normalidad”. No, la normalidad, en el Barça, siempre ha sido fichar al crack deseado en cada momento. El resto es miseria.
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