Es lo que pasa por darle la final de la
Supercopa a un mal árbitro, que la lía. La gran diferencia en el marcador evitó que
Jesús Gil Manzano sea, hoy, el centro de todas las tertulias. En
Barcelona se ha instalado la euforia por la manita, mientras en
Madrid de pronto dudan hasta de
Ancelotti y de
Vinicius, que ya es dudar. Ver para creer. El colegiado extremeño no vio el penalti a
Gavi -le salvó el VAR-, no vio la roja a
Szczesny -le salvó el
VAR-, se comió la segunda amarilla a
Camavinga y se tragó también la segunda amarilla a
Vinicius. Además, lo de dejar que los médicos blancos vendaran el tobillo de
Mbappé dentro del terreno de juego durante dos minutos es de descenso de categoría. O, como mínimo, de nevera por unas semanitas. El madridismo más llorón se queja también de que el gol de
Alejandro Balde llegó con el tiempo cumplido pero en cambio no ven que, en esa jugada, la pésima colocación de
Gil Manzano hace una pantalla a
Valverde que le permite al listo de
Lamine Yamal recuperar el balón y montar un contraataque tan bello como letal. Ese gol lo marcó
Balde.
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