Hay un inquietante clamor de descontento instalado ya en
Old Trafford. No ha sido nunca un estadio de deslealtades, y casi siempre se comporta con fidelidad hacia el club y su equipo, pero han sido tantos los disgustos encadenados que el mal momento ha desbordado las pasiones. Ni en el peor de los escenarios imaginó
Ruben Amorim, cuando fue elegido para remediar la crisis del
Manchester United, que, apenas un mes después tendría ya a la afición en contra y protestando. El impacto de la sexta derrota en su emblemático estadio, frente al
Brighton (1-3), ha agrandado la fractura y los pocos seguidores que resistieron hasta el final abuchearon a los jugadores y al entrenador para mostrar su indignación. La pesadilla continúa.
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