El Barça de
Hansi Flick ha sido generalmente un equipo implacable cuando ha jugado bien, que ha sido bastantes veces. Se diría que solamente el partido que perdió 0-1 en Montjuïc ante el Atlético de Madrid, que cerró 2024, fue la excepción a esa norma. En sentido contrario, se le atragantaron partidos en los que su fluidez de juego fue notablemente menor, como las derrotas en casa frente a Las Palmas o Leganés. En la batalla de las sensaciones, el control de partidos que por alguna razón se complicaron, era uno de las cuestiones francamente mejorables. Una de ellas, por ejemplo, el adaptarse a una situación de inferioridad numérica a raíz de una expulsión para minimizar su impacto. El 1-4 ante el Sevilla en el Sánchez Pizjuán fue, en esa faceta, una conquista más en la progresión del Barça.
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