Kawhi Leonard no siente ni padece, su rostro la definición gráfica de cara de póker y toda su persona la más fiel representación de estoicismo, inherente por otra parte a la grandeza. Con 20 segundos por jugar, última posesión de la prórroga y con los Clippers 109-110 abajo y la sangre de todos hirviendo, la suya siguió corriendo fría, cual pasmarote plantado ante
Keegan Murray por 15 segundos pero el equipo entero de Sacramento centrado en pararle. Pero, nada agobiado tampoco por el inexorable transcurso de los segundos, no se movió hasta que quedaron cinco y no tiró hasta que restó uno. Bocinazo al encuentro del
chof y estallido de júbilo en el
Intuit Dome con el 111-110 final.
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