Preocupación por amenaza guerrillera ante la COP16 en Colombia
Jamundi. Cansada de los disparos y las bombas, Ana Muñoz cerró su comercio en un caserío cercano a la sede de la COP16 en Colombia. Los habitantes de la zona alrededor de Cali temen a los guerrilleros que muestran su fuerza antes de la cumbre sobre biodiversidad.
El 19 de julio, durante unas cuatro horas, la familia de esta vendedora de 40 años permaneció encerrada en su casa esperando que cesaran los tiros. Se trataba de un nuevo combate en Robles, un caserío del municipio de Jamundí, a unos 18 km de Cali, donde se celebrará la COP16 del 21 de octubre al 1°. de noviembre.
A pocos metros de la vivienda de Muñoz, la fuerza pública se enfrentaba con disidencias de la extinta guerrilla de las FARC. En medio de la ofensiva, lanzaron una amenaza al presidente Gustavo Petro: “La COP16 fracasará aunque militarice con gringos (estadounidenses, extranjeros, nota del redactor) la ciudad”, advirtieron en un comunicado el 16 de julio.
Disidentes de las FARC desafían seguridad en vísperas de conferencia medioambiental en Cali
Más temprano, Muñoz escuchó el estallido de una motocicleta cargada con explosivos que derribó la casa de un vecino. El hombre huyó, al igual que la mayoría en el pueblo, por temor a los rebeldes que rechazaron el acuerdo de paz de 2016.
“Muchos se fueron”, afirma Muñoz, quien empacó los bultos de alimentos para animales que vendía y los trasladó a otra parte del pueblo para evitar mayores riesgos.
Ahora el municipio está desierto, los muros están agujereados y las entradas de las casas están llenas de vidrios rotos. Tanquetas y soldados custodian los alrededores.
Una situación similar ocurre en otros poblados de los departamentos del Valle del Cauca (suroeste) y Cauca, bastiones de la disidencia de las FARC llamada Estado Mayor Central (EMC).
“Es muy preocupante”, expresa Muñoz sobre las amenazas a la cumbre mundial en la tercera ciudad de Colombia, con 2,2 millones de habitantes.
Una docena de jefes de Estado ya confirmaron su asistencia, según el alcalde de Cali, Alejandro Eder.
‘Volver a sonreír’
Cuando la motocicleta bomba explotó, Fabio Díaz, de 69 años, se tiró al suelo junto a su esposa. Según la pareja, unos 50 pollos que criaban para vender murieron “del susto” por ataques recientes.
“Uno está en la casa y se cae una cuchara y ahí mismo se tensiona”, comenta el hombre, que gana algunas monedas guiando a conductores entre los laberintos de calles cerradas con barricadas instaladas por la fuerza pública.
En el parque principal, hay tres tanques militares con soldados y policías en alerta. Aunque Jamundí sufrió por el conflicto armado durante casi seis décadas, la violencia nunca alcanzó este nivel, según los pobladores.
La estatal Defensoría del Pueblo advirtió este año que los disidentes de las FARC mantienen al municipio en “jaque” debido a reclutamientos, secuestros, extorsiones y homicidios.
Vestidos de camuflaje y armados con fusiles, los rebeldes aseguraron en un vídeo el martes que respetarían la COP16, a pesar de los numerosos ataques recientes.
“Nunca se había presentado una situación tan dura. Antes, una detonación de un fusil no se escuchaba; lo único que se oía eran los tambores y la buena salsa”, afirma Díaz.
El general de la policía William Castaño, encargado de la seguridad de la cumbre, informó que más de 10.000 uniformados conformarán un esquema de defensa e inteligencia llamado “Plan Colibrí”, con el apoyo de Interpol, Europol y Ameripol.
El objetivo es “minimizar las pretensiones de delincuentes de afectar la seguridad de la COP”, indica.
Díaz apenas escuchó sobre la cumbre en las noticias. “Lo ideal sería que nos brinden seguridad a todos. Queremos tranquilidad y volver a sonreír”, dice.
Antiterrorismo
El 18 de julio, el alcalde Eder viajó a Nueva York para acordar un plan de cooperación con la policía de esa ciudad, experta en antiterrorismo.
“Cualquier amenaza la tomamos en serio”, explicó a esta agencia el mandatario. Sin embargo, aseguró estar “tranquilo” de que la COP16 será un éxito.
Como suele pasar en Colombia, las grandes ciudades son permeadas por grupos armados ilegales de manera clandestina, pero los actos violentos más crueles ocurren en los campos y poblados alejados.
En Cali, una ciudad llena de árboles y atravesada por ríos, la COP16 es motivo de esperanza.
“No hay que tenerle temor”, dice Abraham Murillo, un archivero público de 60 años. “En la ciudad no podemos permitir que esto no se realice; es un éxito para la ciudad y debe llevarse a cabo”, comenta.
Pero otros son más cautos. Para Carlos Riaño, un pensionado de 72 años, “la guerrilla amenazó mucho”.
“No sé si serán capaces de evitar que se realice una cosa de esas (…) A ver qué tan realidad son las amenazas de ellos”, se pregunta.