¿Tienen los políticos derecho a tomar vacaciones?
Cuando en el hemisferio norte el verano se despide y la gente vuelve al trabajo, muchos dirigentes políticos se van de vacaciones, con el argumento de que los ayuda a recargarse y funcionar mejor que quienes se quedan en sus puestos. Pero el primer ministro británico, Keir Starmer, decidió cancelar sus vacaciones de verano para hacer frente a los disturbios desatados en varios puntos del país, como señal de la gravedad de la situación y de su compromiso con restaurar el orden.
La decisión de Starmer fue muy diferente a la del exsecretario de Asuntos Exteriores británico Dominic Raab, quien optó por quedarse de vacaciones en Grecia mientras el gobierno afgano (al que el Reino Unido apoyaba con personal y recursos) se derrumbaba y los talibanes tomaban el control de Kabul, en agosto del 2021. La decisión de Raab, que más tarde lamentó, provocó un escándalo.
En algunos países, irse de vacaciones es casi un tabú para los políticos. En la India del primer ministro Narendra Modi, es casi impensable que un miembro del gabinete se tome una o dos semanas de descanso. Y los dirigentes chinos (previsiblemente) suelen vacacionar en secreto.
Quienes cuestionan las vacaciones de los políticos sostienen que han sido elegidos para anteponer los intereses de sus países a los propios. Según este razonamiento, durante su mandato tienen que estar siempre al pie del cañón y dar un ejemplo al resto. O por lo menos, estar disponibles si estalla una crisis importante.
Por ejemplo, en agosto del 2022, el presidente francés, Emmanuel Macron, recibió duras críticas al publicarse fotografías donde se le veía manejando una moto náutica en su residencia de descanso en Fort de Brégançon, mientras el país luchaba contra incendios forestales de una magnitud nunca antes vista.
También se suele criticar a los políticos que hagan viajes caros, cuando muchos trabajadores no pueden ni pagarse unas vacaciones; puede parecer una falta de patriotismo. Además, que funcionarios (por ejemplo los miembros de la Corte Suprema estadounidense) viajen en jet privado y se alojen en resorts de lujo con todos los gastos pagados por actores interesados en influir en sus decisiones suena inevitablemente a corrupción.
Por otra parte, algunos sostienen que hay que dejar a los políticos pasar tiempo con sus familias (opinión que compartieron varios lectores del diario británico The Guardian tras la decisión de Starmer de cancelar su descanso veraniego). Según esta postura, los políticos tienen que ser un modelo de equilibrio saludable entre el trabajo y la vida personal.
Otro argumento a favor de que los dirigentes se tomen vacaciones es que un corto descanso puede mejorar la toma de decisiones y el desempeño general. Por ejemplo, un estudio del 2023 halló que las vacaciones “mejoran en forma significativa” la exactitud de los pronósticos de ganancias de los analistas bursátiles. El estudio atribuía a las pausas laborales una mejora equivalente a la de tener veinte meses más de experiencia.
En cambio, está comprobado que la fatiga de decisión provoca un deterioro apreciable del desempeño. Un estudio del 2019 con personal de enfermería halló una correspondencia entre la longitud de los períodos de trabajo ininterrumpido y la toma de decisiones cada vez más conservadoras y con uso de recursos menos eficiente.
Las pausas también benefician a los cirujanos: un estudio demostró un efecto directo entre los intervalos entre operaciones y las tasas de mortalidad, tras cirugías para la corrección de fractura de cadera. La conclusión de los investigadores es que reducir la fatiga de decisión puede mejorar los tratamientos y en definitiva los resultados para los pacientes.
En un sentido más amplio, está comprobado que tomarse un descanso del trabajo aumenta la productividad, ya que mejora la salud física y mental y las condiciones generales de seguridad. Por eso la mayoría de las normativas laborales nacionales e internacionales mandan que los trabajadores tengan períodos de descanso periódicos.
Tratándose de dirigentes políticos, la claridad de juicio es crucial, porque sus países dependen de que sean capaces de enfrentar crisis inesperadas, absorber nuevos hechos y datos, evaluar las consecuencias de diversas políticas y tomar decisiones difíciles. Cuanto más cansado esté un dirigente, más tenderá a recurrir al hábito, a la falsa analogía y a la heurística, lo que disminuirá su capacidad para gobernar con eficacia.
Por supuesto, encontrar el equilibrio justo entre el descanso y la vigilancia no es tarea fácil. En Francia, por ejemplo, los ministros están obligados a vacacionar a no más de dos horas de París para poder cumplir sus obligaciones en caso de necesidad. Asimismo, cuando el año pasado China enfrentó unas inundaciones devastadoras, el jefe de gabinete del presidente Xi Jinping y diversos expertos del gobierno fueron convocados a su residencia de descanso oficial en Beidaihe, un resort costero no muy lejos de Pekín.
No quiere decir esto que los dirigentes deban permitirse unas vacaciones lujosas; por el contrario, deben anteponer la mesura al exceso y evitar conflictos de intereses e influencias indebidas. Lo último que quieren ver los votantes (sobre todo en tiempos de vacas flacas) es a sus representantes disfrutando vacaciones lujosas con todos los gastos pagados. Pero sin desmerecer lo antedicho, es muy razonable que los dirigentes tengan su tiempo para descansar, aclarar la mente y recargarse, y así estar preparados para los desafíos venideros.
Ngaire Woods es decana de la Escuela Blavatnik de Gobierno en la Universidad de Oxford.
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