La nueva Banda de los Cuatro
La Banda de los Cuatro fue el nombre dado a cuatro altos funcionarios chinos estrechamente asociados con algunos de los aspectos más radicales de la Revolución Cultural. Perdieron en la lucha por el poder que siguió a la muerte de Mao Zedong, tras lo cual fueron arrestados, condenados por varios crímenes y encarcelados.
Cincuenta años después, ha surgido una nueva Banda de los Cuatro: China, Irán, Corea del Norte y Rusia. Este grupo no es una alianza formal comprometida con defenderse mutuamente. Sin embargo, es una alineación impulsada por la antipatía compartida hacia el actual orden mundial liderado por Estados Unidos, y se caracteriza por intercambios mutuos de apoyo militar, económico y político.
Esta “banda” busca evitar la expansión del liberalismo occidental en sus propios países, que consideran (correctamente) como una amenaza para su control del poder y para los sistemas políticos autoritarios que encabezan. También se oponen al liderazgo estadounidense en el extranjero, incluidos los principios que Estados Unidos y sus aliados defienden, sobre todo la prohibición de adquirir territorio mediante la amenaza o el uso de la fuerza.
El apoyo mutuo de esta pandilla adopta varias formas. En vísperas de la invasión de Ucrania en febrero del 2022, China firmó un acuerdo con Rusia declarando que su amistad mutua no tenía “límites”, mientras que Rusia expresó su apoyo a la posición de China con respecto a Taiwán. Desde entonces, China ha replicado los argumentos rusos sobre la guerra en Ucrania, por tanto, culpa a la OTAN por ella y amplifica la desinformación rusa.
En el ámbito económico, China ha rechazado las sanciones relacionadas con la guerra contra Rusia, es el mayor importador mundial de petróleo iraní y ha subsidiado a Corea del Norte durante mucho tiempo. En el ámbito militar, Irán ha proporcionado misiles y drones a Rusia, Corea del Norte ha suministrado proyectiles de artillería y China parece haber proporcionado tecnologías de doble uso y suministros industriales con aplicaciones militares que Estados Unidos y sus aliados han tratado de mantener fuera del alcance de Rusia. Según informes, Rusia ha correspondido ayudando a estos países a mejorar sus programas nucleares, de misiles o submarinos, y compartiendo inteligencia sobre los sistemas de armas occidentales obtenida de su guerra con Ucrania.
Desafortunadamente, no existe una política única o sencilla que sea suficiente para contrarrestar esta alineación. No hay una oportunidad diplomática para explotar divisiones entre ellos, en contraste con los primeros años de la década de los 70, cuando Estados Unidos aprovechó las tensiones chino-soviéticas para acercar a China hacia Occidente. Para complicar aún más las cosas, China es fundamentalmente diferente de los otros tres. Está integrada en la economía global y es un importante socio comercial para muchos países dentro de la órbita de seguridad occidental. Los esfuerzos por aislar económicamente a China o usar el comercio y la inversión para moldear su comportamiento tendrán un impacto limitado.
China también se distingue entre los cuatro, ya que no busca tanto derrocar el orden internacional existente como ajustarlo a sus objetivos de política exterior. Irán, Corea del Norte y Rusia están mucho menos integrados en la economía global, aunque cuentan con el comercio mutuo como fuente de importaciones y mercados, y tanto Irán como Rusia tienen otros socios comerciales. La India sigue siendo un comprador considerable de energía y armas rusas. Decenas de países del llamado sur global se han negado a condenar la agresión rusa en Ucrania o a apoyar sanciones contra Rusia.
Corea del Norte es la más aislada de los cuatro, pero su vulnerabilidad a las sanciones es limitada por el interés de China en evitar su colapso, temiendo la inestabilidad en su frontera y una Corea unida ligada a Occidente. Rusia, debido a su dependencia de la artillería norcoreana, probablemente también brindará una mayor asistencia al régimen de Kim Jong-un.
Para enfrentar este desafío, Estados Unidos, en coordinación con Corea del Sur, podría explorar la posibilidad de relajar sanciones a cambio de que Corea del Norte limite la escala de sus programas nucleares y de misiles. Los estrechos lazos entre Estados Unidos y Corea del Sur deberían ayudar a desalentar la agresión norcoreana.
En cuanto a Rusia, no debe prevalecer sobre Ucrania. Esto requiere mantener un apoyo militar a largo plazo para Ucrania mientras se extienden garantías de seguridad y se avanza hacia la incorporación en la Unión Europea, todo lo cual enviaría una señal a Vladímir Putin de que está equivocado al pensar que puede superar la resistencia de Occidente. Esto no traería la paz, pero podría preparar el terreno para una diplomacia que ponga fin a los combates y preserve la independencia de Ucrania. Defender a Ucrania también demuestra a China que no debería esperar libertad de acción en Taiwán.
En el caso de Irán, la prioridad a largo plazo debe ser asegurar, ya sea mediante la diplomacia o la amenaza o el uso de la fuerza militar, que no desarrolle armas nucleares. Los objetivos inmediatos deben ser frenar el apoyo de Teherán a sus proxies que causan estragos en todo Oriente Próximo (aunque esto es más fácil de decir que de hacer) y evitar que la guerra entre Israel y Hamás se convierta en un conflicto regional (algo que Irán podría no querer, dadas sus dificultades internas).
China presenta el desafío más complicado de los cuatro, debido a sus ambiciones estratégicas y su disposición a utilizar su poderío económico y militar para alcanzar sus objetivos. Se requerirán diálogo, disuasión y, en ocasiones, medidas de tranquilidad para influir en el comportamiento chino y aprovechar su interés en mantener acceso a la tecnología y los mercados.
Estados Unidos y sus socios deben comprender que esta nueva alineación persistirá y posiblemente se profundizará. Eso no debería excluir los contactos diplomáticos, que son una herramienta, no un favor. La diplomacia refuerza el mensaje de que el objetivo de Estados Unidos es un cambio en las políticas, no un cambio de régimen, si no fuera porque cambiar un régimen está fuera de su alcance y podría alentar una menor moderación entre los integrantes de la nueva “Banda de los Cuatro”.
La influencia de Estados Unidos y de Occidente también dependerá de su fortaleza. Esto implica la necesidad de reparar las bases industriales de defensa en Estados Unidos, Europa y la región indopacífica, así como mejorar e integrar las capacidades militares para enfrentar la posibilidad de un conflicto en varias regiones. Además, Occidente debe crear cadenas de suministro para bienes críticos que no dependan de estos cuatro países.
Estados Unidos también debe modernizar su arsenal nuclear en respuesta a la gran expansión nuclear de China (y la implacable de Corea del Norte) y a la posibilidad de que el acuerdo New START con Rusia expire en el 2026. En casa, Estados Unidos debería reducir su creciente deuda (ahora superior a su PIB) y evitar que sus divisiones políticas interfieran con sus compromisos internacionales.
Sin embargo, la principal herramienta para contrarrestar a la “Banda de los Cuatro” es una alineación en su contra. Afortunadamente, ya existe en la red de alianzas y asociaciones en Europa y el indopacífico. El desafío para Estados Unidos es proporcionar la presencia y previsibilidad que tales relaciones requieren. Para los socios de Estados Unidos, el reto es contribuir más a la defensa común y coordinar políticas para enfrentar desafíos compartidos, incluidos los que plantea la “Banda de los Cuatro”.
Richard Haass, presidente emérito del Consejo de Relaciones Exteriores, es consejero sénior en Centerview Partners y autor de The Bill of Obligations: The Ten Habits of Good Citizens (Penguin Press, 2023) y del boletín semanal Home & Away.
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