Editorial: Inaceptable resolución del Parlacen
Desde su primera sesión, en octubre de 1991, el Parlamento Centroamericano (Parlacen) ha demostrado ser, en el mejor de los casos, una entidad irrelevante; en el peor, una fuente de desaciertos y aberraciones. A esta categoría pertenece la resolución adoptada el 25 de setiembre para incorporar como observadores permanentes de la entidad a la Duma Estatal y el Consejo Federal de Rusia, cámaras baja y alta de su Parlamento, que actúan como instrumentos del autócrata Vladímir Putin.
La decisión constituye un irrespeto absoluto al derecho internacional y un acto de complicidad inaceptable con un régimen agresor. Al invadir Ucrania, en febrero del 2022, Rusia violentó la integridad territorial de un Estado y la prohibición de usar la fuerza si no es en respuesta a una agresión, ambos principios esenciales del orden internacional. A partir de entonces, la guerra que desató sin justificación alguna ha cobrado la vida de cientos de miles de personas, muchas de ellas civiles, y ha producido daños materiales incalculables.
Obviar estos hechos y abrir las puertas a dos instituciones directamente vinculadas a la agresión es inaceptable, incluso para los bajos estándares que caracterizan al Parlacen. Sin embargo, sus consecuencias no pueden pasarse por alto.
A pesar de su escasa relevancia, el acuerdo, tomado por un órgano regional al que pertenecen El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y la República Dominicana, otorga al régimen moscovita un manto de legitimidad que bajo ningún concepto merece. Además, puede interpretarse como un gesto de bienvenida a mayor influencia rusa en la región, algo en extremo preocupante por su creciente alianza con la dictadura de Daniel Ortega.
Fue precisamente un diputado del Frente Sandinista, partido del dictador, quien logró recolectar 76 firmas entre los 120 miembros del Parlamento para aceptar como observadora a Rusia. La moción en tal sentido fue presentada por un representante de Libre, partido de la presidenta hondureña Xiomara Castro, quien ha mostrado un creciente alineamiento con la izquierda autoritaria. Finalmente, pasó con 65 votos a favor, 36 en contra y 4 abstenciones. Quince diputados de El Salvador se ausentaron.
Los gobiernos de Panamá y Guatemala no tardaron en manifestar que los votos favorables de varios representantes de sus países no reflejan la posición de su política exterior; también, condenaron la decisión.
Mediante su Cancillería, el gobierno panameño, que pronto se incorporará por un período de dos años al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, llamó a reconsiderar la decisión, que “no refleja” su política exterior y destacó que su país “defiende firmemente los principios de paz entre las naciones, plena democracia y reconocimiento efectivo de los derechos humanos, todo dentro de un marco de estricto respeto al derecho internacional”.
El presidente guatemalteco, Bernardo Arévalo, declaró que considera inconsistente la integración al Parlacen “de un Estado que no respeta las normas del derecho internacional”. Añadió que el ingreso de Rusia como observadora viola “las normas y los principios establecidos en la Carta de Tegucigalpa” de 1991, que declara a Centroamérica como región de paz, democracia, libertad y desarrollo.
China es observadora desde agosto del año pasado, luego de que Taiwán, que tenía ese rango, fue desconocida como representante legítima del país. Es algo que inquieta, pero no alcanza la gravedad de acoger a Rusia, por sus flagrantes violaciones al derecho internacional y su presencia militar en Nicaragua.
Que el Parlacen se preste a actuar como virtual quinta columna extracontinental en un entorno global con renovadas confrontaciones, debe ser rechazado sin miramientos. Las declaraciones de los gobiernos de Panamá y Guatemala son bienvenidas. Sin embargo, no basta con ellas. Lo que corresponde ahora es presionar para que se revise la decisión. Los diputados que votaron en contra deben tomar la iniciativa, pero difícilmente lo harán si no existe una fuerte presión de los sectores democráticos centroamericanos.