Editorial: Meritoria causa para la diplomacia
John Morales, meteorólogo encargado de informar sobre el clima en una televisora afiliada a la cadena NBC en el sur de Florida, se disculpó por la emotividad que le resquebrajó la voz cuando describía la aproximación del huracán Milton a la península de Yucatán y su curso hacia la costa del golfo de México. La transmisión se tornó viral y por obra de la internet llegó a todos los rincones del mundo.
Cuando la prensa preguntó a Morales sobre la causa de su emotividad, respondió: “Es producto de la angustia por la multiplicación de los acontecimientos climáticos extremos y su severidad. Es empatía por las futuras víctimas, porque estos huracanes realmente destruyen y toman vidas”. En el curso de la transmisión, el meteorólogo, con tres décadas de experiencia, se dirigió a los televidentes para recordar la causa de la devastación: “Ustedes saben qué lo está impulsando. No tengo que decírselo. El calentamiento global y el cambio climático conducen a esto, y plantean una creciente amenaza”.
La mayor frecuencia, fuerza y rapidez del desarrollo de tormentas y huracanes son la más visible manifestación del calentamiento del planeta en nuestra región. En otras partes de la Tierra, los incendios forestales, las olas de calor insoportable y el aumento del nivel del mar causan estragos similares.
Los huracanes como Milton no solo destacan por su intensidad, sino también por su rápida evolución. En este caso, pasó en pocas horas de tormenta tropical a categoría cinco, la máxima en la escala Saffir-Simpson, con vientos de cuando menos 254 kilómetros por hora. El súbito desarrollo de estos fenómenos, alimentados por las altísimas temperaturas de las aguas, es mucho más frecuente e impide la plena preparación de las áreas amenazadas.
En el Caribe y la costa oriental de Norteamérica, hay regiones donde confluyen varios de los flagelos descritos. La costa mexicana, Florida y varias islas del Caribe son víctimas, al mismo tiempo, de los huracanes y las temperaturas extremas, pero ninguna parte de la región se salva de las consecuencias del cambio climático.
Por lo general, Costa Rica escapa del embate frontal de los huracanes, pero una porción apreciable del norte testimonia el avance del corredor seco del Pacífico centroamericano. Aunque los termómetros registran el aumento de las temperaturas, el país se salva de los extremos experimentados por otros habitantes de la cuenca del Caribe. No obstante, la alteración del régimen de lluvias ya plantea desafíos para el abastecimiento de agua, la producción de energía y la agricultura, entre otras actividades vitales. La otra cara de esas irregularidades son las lluvias torrenciales, concentradas en cortos lapsos y causantes de inundaciones y deslizamientos.
La ciencia y, ahora, la experiencia de millones de personas en todo el mundo no dejan espacio para dudar del cambio climático y sus causas. Por eso, debe preocuparnos la erosión de la autoridad moral de nuestro país para unirse a la exigencia de una acelerada transición hacia las fuentes renovables.
El gobierno anuncia la construcción de una nueva planta térmica, superior a la de Garabito, para enfrentar la insuficiencia de las fuentes hidroeléctricas. Es ingenuo pensar en soluciones innovadoras a corto plazo, pero es irresponsable hacer a un lado las transformaciones necesarias para impulsar el desarrollo solar y eólico, ya probados en otros países, e incluso la geotermia, para la cual existe un gran potencial sepultado bajo la polémica que presenta una falsa dicotomía entre la preservación de los parques nacionales y la generación de electricidad.
Hay poco tiempo para evitar consecuencias todavía mayores y disminuir el número de las futuras víctimas que conmueven al meteorólogo de la televisión de Florida. La promoción de la lucha contra el cambio climático es una causa tan meritoria como la protección de los derechos humanos, eje de la política exterior costarricense. Debería ser incorporada a nuestra diplomacia en la misma condición. Eso supone, como en el caso de los derechos humanos, tener la casa en orden.