¿Qué futuro les espera a los niños si no se invierte en ellos?
La reducción de la inversión social se refleja en las desigualdades territoriales, particularmente acentuadas en las zonas costeras, donde se registran elevados índices de desempleo juvenil, pobreza infantil y rezago educativo. Tales condiciones, en conjunto, disminuyen las oportunidades futuras de la población en los mercados laborales.
Costa Rica registra casi un 40 % de pobreza infantil. Según la Encuesta nacional de hogares (Enaho), la pobreza afecta al 38,66 % de los niños de entre 0 y 4 años; al 39,94 %, de entre 5 y 9 años; y al 37,77 % de entre 10 y 14 años. Las privaciones se convierten en barreras para obtener servicios esenciales, como educación de buena calidad, alimentación, transporte, vivienda, internet, telefonía y atención de salud adecuada.
A lo expuesto hay que sumar una menor inversión social en cada etapa de desarrollo. Las personas más vulnerables reciben menos recursos y oportunidades para integrarse a la sociedad. Una preparación insuficiente en habilidades esenciales para competir en empleos cada vez más técnicos y especializados tiene como consecuencia el desempleo juvenil, convertido en un problema persistente. Los jóvenes costarricenses se topan con barreras para conseguir un trabajo estable y solo el 40 % logra emplearse.
Además, enfrentamos una transición demográfica que plantea retos significativos para el futuro social y económico del país. La disminución en la tasa de natalidad conlleva una menor disponibilidad de trabajadores jóvenes en las próximas décadas.
El riesgo de no contar con suficiente mano de obra especializada para cubrir las necesidades del mercado laboral en los próximos 20 o 30 años incrementa la presión sobre los sistemas de seguridad social, salud y pensiones, y es una carga económica sobre una fuerza laboral cada vez más reducida.
Aunque los discursos políticos adoptan un tono optimista, es necesario plantearse reflexiones profundas. Si la generación actual de niños y adolescentes no recibe una educación adecuada y servicios de calidad, habrá escasez de profesionales calificados; por tanto, la competitividad resultará perjudicada en diversos sectores. Tal escenario tendría un impacto negativo en la calidad del capital humano joven a mediano plazo.
Si bien Costa Rica orienta sus esfuerzos hacia la venta de servicios especializados mediante las zonas francas, la inversión extranjera directa y el desarrollo turístico, mantener y elevar la calidad de la especialización de su fuerza laboral será fundamental para fortalecer su posición en el mercado global.
Todas las condiciones antes expuestas reducen las probabilidades de una formación necesaria para ocupar empleos calificados en un futuro cercano.
Con menos personas preparadas para cubrir empleos técnicos y especializados, el mercado laboral experimentará una escasez de profesionales. El valor de los puestos y los salarios profesionales podría incrementarse, especialmente a medida que la generación actual de trabajadores especializados comience a retirarse paulatinamente sin contar con suficientes talentos nuevos para reemplazarla.
El aumento en la demanda de profesionales calificados tendría, a mediano plazo, efectos significativos para las empresas. Aunque no de inmediato, la falta de personal calificado dificultará la cobertura de puestos en las empresas e instituciones. Algunas organizaciones privadas optarán por trasladar sus operaciones a otros países, y los profesionales capacitados buscarán mejores oportunidades en el extranjero, donde sus habilidades sean más valoradas y los salarios más atractivos.
El ciclo de fuga de cerebros se intensificará aún más si las condiciones internas no mejoran, particularmente en términos de oportunidades laborales y estabilidad económica. Por ello, resulta vital la inversión en educación básica para grupos vulnerables y en situación de pobreza, para atenuar algunos de estos efectos adversos. Además, son fundamentales los programas técnicos específicos como parte de una estrategia nacional para fortalecer la capacitación en industrias vitales, como la de los semiconductores y la informática.
Promover programas desde edades tempranas que involucren a las poblaciones jóvenes y las orienten hacia el mercado laboral global también contribuiría significativamente a alcanzar este objetivo. Si no los capacitamos, estaríamos incentivando la expansión del trabajo informal e, incluso, en el peor de los escenarios, mano de obra para el narcotráfico.
Julio Solís Moreira es sociólogo e investigador.