Editorial: Da vergüenza hablar de brecha digital
Las contundentes manifestaciones de Tomás de Camino Beck, investigador y máster en Ciencias de la Computación, son irrefutables. Como dijo en declaraciones a La Nación, da vergüenza que en 2025 en Costa Rica, sigamos hablando de una brecha digital o brecha tecnológica.
Esa abertura o hueco −el significado de “brecha”− se ha reflejado en la falta de conectividad de los centros educativos, en la ausencia de computadoras para trabajar en las aulas y ahora trasciende que también faltan docentes de Informática en el Ministerio de Educación Pública (MEP).
Sí: pasados 25 años desde el inicio del siglo XXI, hay 225.000 niños y jóvenes que no reciben formación tecnológica por carencia de profesor, razón por la cual los maestros de materias básicas les ayudan a tener “un acercamiento” a la tecnología.
Sin embargo, solo los alumnos que cuentan con docentes específicos de la materia aprenden sobre programación, algoritmos y apropiación tecnológica y digital. Ahí está la brecha, el hueco, el vacío de conocimiento que debe dar vergüenza.
El grupo de alumnos en desventaja representa casi la cuarta parte de las 933.272 personas que integran la población estudiantil del MEP.
Según la institución, hay 1.621 docentes de Informática Educativa que imparten lecciones en 1.975 escuelas y colegios. Sin embargo, hay otros 2.477 centros educativos que no tienen un profesional en esta área.
Leonardo Sánchez, jerarca de Educación, advirtió por adelantado de que ese faltante ya no se solucionará este año porque no hay contenido presupuestario. Será en 2026 −esa es la esperanza− cuando comenzaría la contratación de nuevos educadores, porque se abordará un proceso paulatino que tomaría al menos tres años.
Sin embargo, 2026 será un año complicado por las elecciones nacionales y el cambio de gobierno, pues, desgraciadamente, este tema, como tantos otros, no se escapa de los vaivenes electoreros y del cambio en el poder.
Como bien dice De Camino, la educación tecnológica debería quedar fuera de los ciclos políticos.
“La matemática la seguimos enseñando, sea quien sea que aparezca en el Ministerio. Eso debió haber pasado con la tecnología hace rato y todavía estamos peleándonos con eso”, lamentó.
Pruebas de que a las clases de Informática no se les da la misma importancia que a las de Matemática o Español abundan. En 2023, por ejemplo, la entonces ministra de Educación, Anna Katharina Müller, anunció sorpresivamente que no renovaría el contrato con la Fundación Omar Dengo −encargada del Programa Nacional de Informática Educativa (Pronie) desde 1988− para crear un programa integral contemplado en su enigmática Ruta de la Educación.
Sin embargo, no hubo transición. De ahí las dificultades para implementar el nuevo proyecto de la ahora exjerarca. Una de las razones, precisamente, es que no hay suficientes docentes.
Y aclaramos: no es que en Español y Matemáticas los aprendizajes vayan bien, pero al menos hay docentes.
Habrá que confiar en que quien asuma como ministro de Educación en la nueva administración no traiga su propia ruta y decida dar otro giro.
Aunque este es el caso más cercano, los problemas no son atribuibles solamente a este gobierno. Evidencia de ello es la enorme dificultad que ha habido para asegurar que escuelas y colegios públicos tengan acceso a una red de banda ancha, intentos que se remontan a por lo menos cuatro administraciones.
Y este énfasis es importante: los centros educativos requieren red de banda ancha, no solo una que permita conexión a la computadora del director de la escuela o colegio.
En julio del año pasado, el MEP anunció la firma del Plan de Acción de la meta 5 del Plan Nacional de Desarrollo de las Telecomunicaciones (PNDT) 2022-2027, con el Ministerio de Innovación, Ciencia, Tecnología y Telecomunicaciones (Micitt) y la Superintendencia de Telecomunicaciones (Sutel).
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Según la información del Ministerio, el objetivo es invertir en los próximos tres años en 1.456 centros, con 750.000 estudiantes. Estos centros de estudios se sumarían a otros 2.500 que ya estarían conectados, aunque no está clara la calidad de la red.
Hay razones, sin embargo, para poner en duda la concreción del plan, dadas las experiencias pasadas. La otra pregunta es si para entonces habrá maestros suficientes que aseguren el derecho de cada niño y joven a aprender sobre tecnología.
Parece que se pierde la perspectiva de que estos aprendizajes no son un lujo, una extra, un plus. El conocimiento en este campo es absolutamente necesario para todos los estudiantes, pues potenciará su capacidad de aprender y acceder a nuevos conocimientos hoy y será determinante en sus oportunidades laborales mañana. Más aún: redundará, a la postre, en las opciones reales que tendrán de mejorar sus condiciones de vida.
El hecho de que quienes están a un paso de la vida adulta carezcan de conocimientos sólidos en computación e informática es otro tipo de analfabetismo.
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Y como bien advertía el exrector de la Universidad de Costa Rica Gabriel Macaya, junto a otros dos autores, en un foro publicado por La Nación, en marzo de 2024: “El avance de la tecnología es exponencial y perder el tiempo en la educación resulta particularmente caro”.
Aparte de caro, vergonzoso.