La señal morse más extraña del universo no es morse… pero sí extraterrestre
Hace 180 años que la humanidad se vale del código morse para comunicarse y algo más de 100 desde que en toda España se empezó a usar la radio para transmitirlo por todo el universo. Hoy, el morse casi se ha abandonado en la Tierra, pero parece persistir en los cielos.
A principios de los años ochenta, el astrónomo Farhad Yusef-Zadeh, de la Universidad Northwestern, descubrió que del centro de la Vía Láctea colgaban una especie de filamentos. Unas extrañas líneas unidimensionales, verticales, que podía percibir gracias a sus aparatos de radio para explorar el cosmos. Líneas de energía de unos 150 años luz de longitud.
Cuatro décadas después, Yusef-Zadeh vio otra población de filamentos, esta vez, horizontales. Se pueden imaginar como si nuestra galaxia fuera como una rueda de bicicleta, con sus radios. Filamentos que apuntan al centro galáctico y su agujero negro. O, más bien, parecen salir de ahí. Su hallazgo fue publicado en la revista Astrophysical Journal Letters en 2023, junto a un comunicado de prensa que decía:
Mientras que los filamentos verticales recorren la galaxia hasta los 150 años luz, los nuevos filamentos horizontales parecen más puntos y rayas del código Morse…
Puntos y rayas del código morse. ¿Morse en el universo? ¿Morse desde el centro de la Vía Láctea? Aunque se llegó a publicar tal cosa, la realidad es puramente metafórica. ”Me quedé realmente atónito cuando las vi“, señaló Yusef-Zadeh. Es cierto que “descubrimos que estos filamentos no son aleatorios”. Pero eso sólo significa que tienen un origen definido: el agujero negro que hay en el centro de nuestra galaxia: Sagitario A*. Sus formas son ciertamente llamativas, extrañas. Rayas y puntos, como los del morse. Pero carentes de significado alguno. “Es satisfactorio cuando uno encuentra orden en medio de un campo caótico del núcleo de nuestra galaxia”.
Cien años buscando señales morse extraterrestres por el universo
En 1924, buena parte de EE.UU. pensaba que había marcianos. No porque se les hubiera visto en platillos volantes (la era ovni no llegaría hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial). Se había popularizado la idea de que un astrónomo había detectado unos canales marcianos o carreteras visibles al telescopio.
Hace ahora un siglo, el astrónomo estadounidense David Todd armó una radio gigantesca que apuntaba al planeta rojo. Llegaron a pedir a la Marina que cesase temporalmente todas sus radiocomunicaciones para no tener interferencias. Lo consiguieron y, de repente… emergió una señal cuando su radio apuntaba a Marte. En 1924 no consiguieron explicar nada, pero fue el origen de la radioastronomía más básica y, sobre todo, la búsqueda de señales alienígenas por el medio en que siempre hemos creído que mejor se expresarían: la radio.
Como se puede escuchar en este capítulo de Tampoco es el fin del mundo, Honor Hargen, experta en acústica, electricidad y directora del Museo de Arte y Ciencia de Singapur, explica que desde que se inventaron los cables eléctricos, empezamos a escuchar al cosmos. Nacieron –involuntariamente– las antenas, capaces de recibir extrañas señales extraterrestres. En concreto, las de estrellas como el Sol. Cada astro es una emisora. Y en los tiempos anteriores a la radio, era fácil recibir su sintonía desde la prístina Tierra. Es lo que debió de pasarle a Todd en 1924. Y hoy seguimos viendo morse en Marte. Pero metafóricamente.
Ese mismo año, la Conferencia Nacional de Telegrafía sin Hilos de España daba alas a la radiodifusión comercial, naciendo EAJ-1 Radio Barcelona y EAJ-2 Radio España de Madrid. Pistoletazo de salida para que los cielos se enmarañasen para siempre de señales eléctricas invisibles indistinguibles de las del espacio. Eso no impidió que se desplegasen radiotelescopios para buscarlas. Desde entonces, no han parado de llegar supuestos mensajes extraterrestres que sólo son eso: extraterrestres, porque nadie ha sido capaz de encontrar un atisbo de comunicación en esos pulsos electromagnéticos, por muy extraños que hayan sido.
Repasamos la historia de la telegrafía y el morse de la mano de uno de los últimos radiotelegrafistas que usaban este código, Manuel Bueno, secretario de la Asociación de Amigos del Telégrafo.
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