El año de todo
La fábrica de mensajes (señor Redondo de la Moncloa) empieza a crear un estado de opinión contrario a todos aquellos que avisan del camino equivocado de la política económica del Gobierno
El comité a la carta de la Moncloa, designado por la Moncloa para evaluar a la Moncloa, ha hecho los deberes que para eso se crean los grupos a favor: “Informe de rendición de cuentas del Gobierno de España”. Ni mucho ni poco, punto exacto de cocción, un guiso de puchero con sabor y fundamento. Las buenas viandas entran por los ojos. El menú bien presentado, con la vajilla de las excepciones, para seguir en la siguiente ronda del concurso televisivo. Mantel y boato: “Cumpliendo”. Sánchez da más espectáculo que Raphael en concierto. Los profesores electos creen haber dejado a salvo su independencia de criterio evaluando el cumplimiento del programa del Gobierno de coalición en el 23,4% en el primer año. No vaya a ser que lo del 25% quedara demasiado redondo, va sin segundas, en mitad de una epidemia que debería haber consumido todos los minutos de la gestión de un Gobierno diseñado para otro tipo de cosas, a las que no ha renunciado, a pesar del drama del 20. El Gobierno de Sánchez-Iglesias vende sus logros como quien echa una mañana colocando el escaparate con la nueva colección. No hay novedad en la práctica continuada y deliberada del marketing político. Los que se quejaban de que Rajoy tenía problemas de comunicación política saben que con el actual Gobierno hay empacho seguro, casi gula.
El informe de los profesores, escogidos a dedo, debería haberlo hecho el Congreso. Ya nadie recuerda la última vez que hubo un Debate sobre el estado de Nación. El gurú Redondo prefiere la fanfarria. Si alguien quiere saber en qué manos estamos que le eche un vistazo a la película sobre la campaña del referéndum (26-06-2016) que ha sacado hoy a los británicos de la Unión Europea, Brexit: una guerra incivil, para confirmar cómo la política mutó en producto emocional.
Por eso, hasta lo de Illa se ha decidido con el algoritmo monclovita. En la campaña catalana, los votantes harán cola para las vacunas que anunció por Navidad el ya candidato socialista. Además ¡qué emoción! impuso la alarma a la incómoda Ayuso del PP. Sánchez encarga un examen sobre su gestión como si la forma de Gobierno en España fuera presidencialista a la francesa. El año se ha ido con la Corona rodeada de enemigos. Mientras tanto, sigue la excepción de la alarma con las 17 sanidades exhaustas, preparando sus sistemas para inocular las vacunas a los españoles mientras se confirma la tercera ola del virus. Por lo menos en este caso no hay fronteras. Se nota que organiza la Unión Europea y no ha lugar al festival de compras autonómicas en las pistas de despegue de lejanos aeropuertos durante lo peor de la epidemia. Aquella fue una subasta de vergüenza ajena.
Sánchez y sus portavoces empiezan a señalar a aquellos que advierten de las consecuencias económicas de la crisis del coronavirus. Como en los tiempos de Zapatero, mientras se negaba la crisis, hasta medio centenar de veces, acusaban a los críticos de “antipatriotas”. La fábrica de mensajes (señor Redondo de la Moncloa) empieza a crear un estado de opinión contrario a todos aquellos que avisan, con los números en la mano, del camino equivocado de la política económica del Gobierno. El gobernador del Banco de España, funcionario ejemplar, acabará tan vilipendiado como los fiscales del Supremo que no se apean del burro de la rebelión. Se verá con el tiempo que no fue un sueño, tampoco el pronóstico de Hernández de Cos. El agujero de la deuda pública forma un socavón en la estructura de un Estado que vive asistido por el dinero fresco y barato del Banco Central Europeo. Las bodegas de la institución europea almacenan ya un 25% del total de lo que debe el Reino de España. A este ritmo, el papelito español dejará de ser atractivo para los inversores privados.
Incremento del gasto
El euro es un paraguas de hierro que protege a España hasta que vuelva a salir el sol. Entonces habrá que mirar de frente a la realidad y decirle a los españoles que no solo con el incremento del gasto se arreglan los consolidados problemas de la economía española. Entre la Unión Europea y Sánchez se encuentra Iglesias que, con Podemos en fase menguante, hará todo lo posible por defender su espacio, realquilando escaños a los independentistas. La congelación del salario mínimo, el aplazamiento sin fecha de la derogación de la legislación laboral del PP y el plan del ministro Escrivá para bajar las pensiones futuras agradan a Bruselas. El Gobierno juega con varias barajas. Sánchez necesita a Iglesias para conservar su poder tanto como el dinero ordinario del BCE y el extra de la Unión Europea con el añadido navideño de las vacunas. El alambique del marketing político no va a dar abasto entre la omisión y la media verdad. Ya se sabe, aquí no ha pasado nada. Aunque en 2020 ha empezado todo.