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ANÁLISIS | Momento decisivo para Medio Oriente tras la elección de un nuevo presidente en Líbano, con un impulso saudí

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Fue un empujón de última hora de Arabia Saudita lo que decidió el destino de Líbano este jueves.

Faltaban menos de 24 horas para que el Parlamento eligiera al próximo presidente. Pero el accidentado panorama político libanés estaba totalmente desorganizado.

La élite política sectaria parecía atascada en la mesa de dibujo. En Líbano, los presidentes llegan al poder casi por consenso político, pero más de seis aspirantes seguían en juego. Los debates fueron acalorados y el jefe del Ejército, Joseph Aoun, fue tachado por muchos políticos de no estar constitucionalmente cualificado para la presidencia debido a su cargo militar.

Parecía que el Parlamento se encaminaba a su 13º intento fallido de elegir presidente en más de dos años.

Entonces, una delegación saudí encabezada por el enviado del reino, el príncipe Yazid bin Farhan, voló a Beirut por segunda vez en una semana. Celebró una serie de reuniones con diversos partidos políticos. Cuando se marcharon, solo quedaba un candidato: Aoun, respaldado por Estados Unidos.

Noventa y nueve legisladores votaron a favor de Aoun, superando el requisito de dos tercios del Parlamento. Las 29 papeletas restantes estaban en su mayoría en blanco o descalificadas (uno de los legisladores votó por “Bernie Sanders”, el senador estadounidense por Vermont).

A los pocos minutos, Aoun llegó al Parlamento, tras cambiar su uniforme militar por un traje y corbata. Prestó juramento y pronunció un discurso demoledor, aparentemente bien ensayado, prometiendo marcar el comienzo de la “nueva era” del Líbano y monopolizar las armas bajo la égida del Estado. En otras palabras, Hezbollah, uno de los grupos militantes mejor armados del mundo durante la mayor parte de los últimos 40 años, iba a ser desarmado.

Las calles se llenaron de júbilo. Se había llenado un vacío presidencial. Se había roto, al menos de momento, un estancamiento de años entre las élites confesionales.

Sin embargo, este acontecimiento planteó interrogantes de mayor envergadura. ¿Por qué Arabia Saudita había gastado tanto capital diplomático para que hubiese un presidente, poniendo fin a casi ocho años de desentendimiento del Líbano, al que daba por “perdido” ante el dominio iraní a través de Hezbollah?

También es significativo otro factor que desbloqueó la designación de Joseph Aoun como presidente del Líbano: Hezbollah y sus aliados del partido Amal votaron por él.

Fue un asunto muy coreografiado. Hezbollah y Amal, conocidos como el dúo chií, votaron en blanco en la primera ronda de votaciones, de la que no salió ningún presidente. Durante un receso de dos horas, los jefes de sus respectivos bloques parlamentarios mantuvieron una reunión con Aoun, cuyos detalles se desconocen. Tras regresar al parlamento, votaron por Aoun, rompiendo el bloqueo y abriendo el camino a la presidencia.

El mensaje era claro. Puede que Hezbollah se haya visto gravemente debilitado por su guerra con Israel en otoño y por el reciente derrocamiento de su aliado clave, el presidente de Siria, Bashar al-Assad, pero aún podía prolongar el estancamiento o acabar con él.

Sin embargo, ¿por qué habían votado a un presidente con el mandato de desarmarlos?

No está claro qué ocurrió durante las reuniones en las que Arabia Saudita consiguió un apoyo abrumador para Aoun. Pero fue un esfuerzo en toda regla que coincidió con las conversaciones diplomáticas occidentales. El enviado especial de Francia en el Líbano, Jean-Yves Le Drian, también se había reunido con legisladores de Hezbollah.

Francia es uno de los pocos países occidentales que no tiene una designación terrorista generalizada sobre Hezbollah, manteniendo un canal diplomático con el brazo político del grupo militante. Es uno de los únicos vínculos que quedan entre Occidente y el grupo respaldado por Irán.

A principios de esta semana, el enviado especial de Estados Unidos en el Líbano, Amos Hochstein, también contribuyó a reforzar las posibilidades de Aoun con una serie de reuniones.

Todo esto no pasó desapercibido para los legisladores libaneses. “No estamos aquí para elegir a un presidente”, declaró el martes el diputado independiente Jamil el-Sayyed a la cadena de televisión local Al-Jadeed desde el Parlamento. “Estamos aquí para certificar el nombramiento de un presidente”.

En declaraciones antes de la votación, el legislador antisistema Halime El Kaakour señaló a la tribuna superior, donde se sentaban dignatarios extranjeros, entre ellos los embajadores de Estados Unidos, Francia, Egipto e Irán. “Nadie debe imponernos su voluntad, ni la tutela de los iraníes, ni la de los sirios, ni la de los estadounidenses. No debemos sustituir una tutela (externa) por otra”, dijo.

“Nadie debe interferir en nuestros asuntos internos, con todo mi respeto a los embajadores aquí presentes”, prosiguió. “Apoyamos la cooperación internacional… pero nadie debe interferir en nuestra soberanía”.

El predecesor de Aoun es el expresidente Michel Aoun, respaldado por Hezbollah (ambos no están emparentados). Su mandato, que finalizó hace más de dos años, se consideró una época de dominio iraní en Líbano, que vio un aumento sin precedentes del poder político de Hezbollah. Ese cambio en el respaldo exterior entre los dos presidentes Aoun supone un cambio sísmico para el país.

Sin embargo, Hezbollah parece estar afrontando este momento con una silenciosa y misteriosa resignación. En declaraciones a los periodistas tras la elección de Aoun, el líder del bloque parlamentario de Hezbollah, Mohammad Raad, dijo que habían votado por él para promover el “entendimiento nacional”.

No votaron en la primera vuelta, añadió ambiguamente, porque “querían enviar un mensaje… de que somos protectores de la soberanía”.

La ambigüedad estratégica puede ser su mejor baza en este momento crucial. El grupo militante recibió una rápida sucesión de golpes durante la guerra de dos meses con Israel en otoño, incluida la muerte de su líder de toda la vida, Hassan Nasrallah. El derrocamiento de Assad, que había abierto su territorio a las líneas de suministro del grupo con Irán, limitó seriamente su capacidad de rearme.

El grupo también acordó retirar a sus combatientes del sur de Líbano, su base de poder durante cuatro décadas y su principal campo de batalla con Israel, que ocupó la zona de 1978 a 2000, y que sigue siendo considerado un Estado enemigo por Líbano.

Sin embargo, el desarme dista mucho de ser completo. Se cree que Hezbollah aún posee misiles de medio y largo alcance, y sigue contando con una amplia base de apoyo chií. Esto significa que es probable que se prolonguen las negociaciones sobre sus armas, en las que sin duda intervendrán fuerzas externas.

También será una prueba para el acercamiento de casi dos años entre Riad y Teherán. En el plano interno, el recién estrenado presidente libanés deberá supervisar este proceso y, al mismo tiempo, evitar el estallido de enfrentamientos civiles, algo que insinuó en su discurso de investidura cuando prometió impedir que las facciones del país intentaran “romperse la cabeza unas a otras”.

Mientras tanto, las fuerzas israelíes siguen operando en algunas partes del sur de Líbano. El Gobierno de Israel amenazó con mantener allí a los militares más allá de la fecha límite, a finales de este mes, estipulada en el acuerdo de alto el fuego mediado por Estados Unidos que puso fin a la guerra a finales de noviembre.

Aoun ha prometido forzar su retirada, una responsabilidad que, según él, recaería exclusivamente en el Estado.

Estas son aguas desconocidas para el pequeño y conflictivo país del Mediterráneo oriental. Pero para muchos hay motivos para el optimismo.

“Líbano tiene por fin un presidente que aporta al pueblo libanés y a la comunidad internacional un liderazgo humano y la legitimidad de un Estado”, afirmó Lynn Zovighian, columnista, filántropa y fundadora de la plataforma de inversión social Zovighian Partnership.

“Ha llegado la hora del liderazgo, el orden constitucional, el fortalecimiento del Estado y la humanización para que por fin podamos alcanzar la prosperidad socioeconómica, la justicia y la rendición de cuentas”, declaró Zovighian a CNN.

The-CNN-Wire
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