El increíble viaje del niño maravilla

«Desde que era un niño supe que mi vida sería jugar al baloncesto, por eso, cuando me llamó el Real Madrid, no lo dudé». Así hablaba Luka Doncic (Ljubljana, 1999) sobre el día en el que el club blanco le ofreció viajar a España para comenzar un increíble viaje que le ha llevado desde su Eslovenia natal hasta la NBA en menos de seis años. Periplo vital que abre ahora una nueva etapa. Un reto apasionante para poner a prueba el dominio exhibido en Europa frente a los mejores del mundo. Atrás queda ese niño que crecía viendo los partidos de su padre, germen de su pasión por la canasta. Ni siquiera entonces, cuando apenas llegaba al aro cuando lanzaba el balón, Doncic se daba por vencido. Al contrario. La perseverancia le fue ayudando a derribar muros de manera precoz. Siempre un paso por delante del resto. «Jugar con gente mayor es bueno, porque te enseñan muchas cosas y eso te hace mejor jugador», explicaba poco antes de cumplir la mayoría de edad, al poco tiempo de haberse convertido en uno más del vestuario blanco. Superada la timidez inicial, el «niño maravilla» fue poco a poco haciéndose un hueco en el corazón de sus compañeros y de la afición del Madrid. Desde que debutó con un triple, con solo 16 años y dos meses, hasta ese último tiro de tres logrado en Vitoria hace unos días. Tras ese estreno fugaz, Pablo Laso le reclamó para el primer equipo en septiembre de 2015. Una llamada, mientras apuraba las vacaciones en Ljubljana, que dio un giro radical a su vida. «Todo lo que ha conseguido Luka es porque se lo ha ganado en la pista. No le he regalado nada por ser él, pero tampoco se lo he quitado. Creo que tanto yo como el cuerpo técnico le hemos tratado siempre como uno más», señalaba Pablo Laso hace unas semanas, con el título de la Euroliga y el MVP del esloveno aún recientes. Atrás quedan las imágenes del técnico abroncando al joven jugador como si fuera un veterano durante algún tiempo muerto. Reprimendas duras en el momento, pero que le han servido para crecer hasta convertirse en un referente en el baloncesto europeo. Porque nunca antes un jugador de 19 años amasó tantos éxitos colectivos e individuales antes de poner rumbo a la NBA. Doncic nunca dudó sobre su futuro en Estados Unidos. Tampoco sobre que su marcha sería rápida. Lo que sí quería era dejar su sello personal en el Madrid. Una marca indeleble en el club que se lo ha dado todo. Recuerdo similar al que dejó Drazen Petrovic -uno de sus ídolos- cuando cambió de aires. Por eso, este 2018 tenía que ser perfecto... y le ha faltado poco. El único título que se le ha resistido al esloveno en su temporada de despedida ha sido la Copa del Rey con una derrota ajustada frente al Barcelona. Decepción que sirvió de estímulo para ganar la Euroliga y la ACB. Doblete con reconocimiento individual como MVP en ambas competiciones. «Es de estos jugadores especiales que salen cada mucho tiempo. El baloncesto europeo le debe mucho por todo lo que ha conseguido con solo 19 años. Los mejores jugadores deben jugar en la mejor liga del mundo y todos sabemos que los mejores están en la NBA», afirma Rudy Fernández sobre su compañero, al que ha visto crecer estos años. A partir de la próxima temporada, Doncic jugará en los Dallas Mavericks, el equipo que más peleó por hacerse con él durante el draft. Tanto, que negoció con los Hawks -la franquicia que le eligió con el número 3- para lograr un traspaso y hacerle un hueco junto a Nowitzki. El alemán, que será uno de sus mentores en la NBA, fue de los primeros en darle la bienvenida. «Gracias, leyenda», respondía respetuoso Doncic, feliz con su nueva etapa. «Todo este año ha sido como un sueño», resume el esloveno, cuyo viaje increíble no ha hecho más que empezar.