Orgullo con premio
Cornellá es Cornellá y no es ningún lujo, claro. Pero no pasa nada. No entiendo por qué el Español insiste en llamarse «RCD Espanyol de Barcelona», como si sufrieran algún complejo. Emilio Botín cuando se presentaba no decía: «Hola, soy Emilio Botín, rico». Los que presumen de ricos no suelen serlo. Yo creo que el club tendría que reflexionar sobre ello. Además, esto de Cornellá será dentro de nada un barrio más de la Gran Barcelona. Os vamos a anexionar, así que nada. Muy festiva la grada, muy gritona. Neto en la portería del Barça. Mi hija me dice: «Es porque a Marc André le duele mucho la rodilla».
El Espanyol intentaba no hundirse demasiado pero el Barça intentaba chafarlo en su área. De todos modos, poca finura azulgrana, poca fluidez, pocas ideas. Los de Abelardo resistían con firmeza, basculaban bien, pero tenían muchos problemas cuando pasaba de medio campo. Un Barcelona más horizontal de lo que el buen fútbol exige trataba de erosionarlo: 78% de posesión en el minuto 20 pero ninguna ocasión de gol. Todo lo contrario del Espanyol, que en el 22 aprovechó lo poquísimo que hasta entonces había tenido para adelantarse en el marcador. David López de un magnífico disparo a la salida de una falta. El jugador se puso el balón bajo la camiseta para dedicar el gol a su esposa expectante -muchas felicidades. Los equipos de Abelardo sacan mucho provecho de las jugadas a balón parado.
El partido se puso donde los locales querían, que con la ventaja aunque fuera mínima podían cerrarse a defender tranquilos. El Barça continuó su labor de desgaste, sin crear nada concreto pero cansando poco a poco al rival con la idea de acabar asfixiándolo. Cierta frustración culé con el balón, más allá de su estrategia de erosión. Cierta sensación de que el partido se le haría muy largo al Español si no conseguía descansar a través de la pelota, que hasta la media hora le duraba muy poco. De todos modos, blanda presión culé. Taurinos gritos de «olé, olé» en la grada que no sé si eran para mí o para la que tal vez fue la jugada de ataque más larga -aunque estéril- del equipo de casa. Cornellá se lo pasaba realmente bien por primera vez esta temporada.
Suárez chutó al palo en el 41 y el blandengue disparo de Messi de una falta al filo del descanso fue la exacta metáfora de todas las impotencias del Barça.
Del Cerro Grande lucía un corte de pelo y peinado que si mi ahijado llegara así un día a casa, le pegaría un par de bofetadas. Si lo hiciera mi hija, la mandaría hasta Ramos a un internado. Tras el descanso, Arturo Vidal sustituyó a Rakitic. Y al cabo de 4 minutos las aguas volvieron a su cauce, el fútbol a su naturalidad y el Barcelona empató Alba y Suárez mediante. Bernardo Espimosa falló en defensa y mató el uruguayo, que ha marcado en 4 de los últimos cinco partidos. Al cabo de de 13 minutos, el mundo volvió a ser mundo y Arturo Vidal de cabeza marcó el segundo. Luego no acertó a rematar una prodigiosa jugada de Messi, que se fue de 6 como cualquier cosa. En el 74, justa expulsión de De Jong por doble amarilla. Primera expulsión en la carrera del jugador. Cornellá cantó el «a por ellos» y el chino Wu Lei casi marca de cabeza, pero voló bien Neto. En el 87 afinó más y consiguió el empate. Nunca un chino le había marcado un gol al Barça. Los de Valverde no administraron con inteligencia su inferioridad numérica y el voluntarismo de un Espanyol -con más orgullo que calidad- tuvo al final su merecido premio. Si el Espanyol jugara cada partido como juega para expresar su resentimiento con el Barça, se disputaría plazas de Uefa o Champions. Mientras sólo sea complejo de inferioridad -como lo de Cornellá- cualquier gloria será redundante.