Carlos Alcaraz sufre una noche de terror ante Ugo Humbert , anulado en el primer set, recuperado en el segundo, pero agarrotado y atrapado ante la euforia del francés en el tercero. Claudica el español en este torneo que puede considerar maldito, pues nunca ha pasado de cuartos y se le apaga la buena racha de este último tramo de 2024. Tenía mal recuerdo de esta pista, pues en 2018 sufrió el territorio hostil en su máxima expresión contra Hugo Gaston. Pero no fue esta vez la excusa, sino un apagón tremendo en el primer set y un Humbert que se vino arriba al final del choque, cuando parecía que lo tenía todo en la mano Alcaraz. Le asoma en la pierna izquierda la Torre Eiffel, tatuada en honor a sus primeros Juegos, y quería que este París de superficie rápida fuera también talismán en otoño, a pocos días de comenzar la Copa de Maestros y terminar el curso peleando por la Copa Davis. Pero, siendo la misma ciudad en la que se coronó en junio y se colgó la plata en agosto, no ha podido domar este torneo ni este pabellón como quisiera. La pista, rapidísima; el escenario, bajo techo; el público, en contra; un Humbert desatado. Eran muchos rivales, y quizá por eso costó el inicio. Mucho. La velocidad ante Nicolas Jarry en el debut no apareció hasta pasados los tres primeros juegos, alegría para la grada local que veía a su muchacho volar por esta pista verde y alimentar las esperanzas de llevar a otro de los suyos a cuartos de final, y contra Alcaraz, además. El español, que no tuvo la reacción de la previa, aletargado en sus movimientos y en su saque al principio del partido, se vio emboscado por la vertiginosa mano izquierda de Humbert, al que le salía todo y todo más rápido, más eficaz, más escorado, más peligroso, más letal. Tanto es así que Alcaraz celebró con una media sonrisa, entre la resignación y la rabia, su primer juego con 3-0 abajo. El apagón era evidente en todos sus movimientos, porque enfrente había destellos de lucidez desde cualquier lugar de la pista. A pesar de que el primer saque superaba el 70 % de efectividad, Humbert cargaba la mano con pólvora en cada resto. A pesar de que el drive de Alcaraz es más veloz, Humbert llegaba con más intención a todas las propuestas, y convertía las respuestas, y los saques, y los reveses paralelos, y las voleas, en un monólogo que culminó con un 6-1 rapidísimo en tiempo, eterno para el murciano. El número 2, desnortado, había acumulado error tras error. Aunque en el segundo set consiguió por fin despegarse del lío e ir por delante por fin, y hasta peleó durante más de once minutos el break en el cuarto juego. «Que te vea, que te sienta», le gritaba Juan Carlos Ferrero desde el palco. Y ahí, un pasito hacia delante aquí, otro allá, minimizando los fallos y aprovechando el lógico bajón del francés, imposible mantener ese ritmo y nivel ya cumplida la hora, Alcaraz empezó a disfrutar en esta moqueta en la que apenas hay tiempo de reacción. Y el francés, claro, empezó a dudar. En este otro partido, Alcaraz empezó a reconocerse. Más centrado, más convencido, más consciente de quién era en la pista, el español encauzó el camino. Un break en el quinto juego le permitió encontrar además el alivio, el soplo de aire fresco, el viento que difuminó las nubes. Con otro grito liberador, encadenó cuatro grandes primeros saques y anuló el intento de reacción de Humbert. Pero era Alcaraz consciente de que no era este uno de sus mejores días. Después de ocho minutos en vestuario, mientras el español compartía bromas con su equipo, dispersando la tensión que todavía se mantenía en su brazo, Humbert pareció recuperar toda la energía perdida. De nuevo puntos rapidísimos, restos muy dentro de la pista y con valentía ante lo que parecía ya el guion definitivo después de que el español recuperara la sonrisa. Pero fue el francés el que aguantó más firme, más convincente, más sólido incluso con los intentos de Alcaraz de quitarle el saque en el cuarto juego. La grada, que se había divertido con los equilibrismos de Alcaraz, celebrados con alegría, acabó dándole el aplauso a su ídolo, que mostró una versión todavía más atrevida y ágil en la recta final del choque. Aguantó los intentos de rotura del rival y lo retó a aceptar el tie break o claudicar, y Alcaraz, este Alcaraz de altibajos, no pudo mantener el tipo, ni el saque. Dos dobles faltas lo penalizaron demasiado cuando intentaba alargar el choque hasta el tie break. Un error con el revés, demasiado largo, levantó al París-Bercy de sus asientos y los brazos de Humbert, concluida la gesta de firmar uno de los partidos de su vida ante este Alcaraz que nunca se encontró del todo. El murciano cae antes de lo que le hubiera gustado en París, cortando la buena racha de este final de 2024 en el que había llegado con muy buenas sensaciones, campeón en China, liviano en el debut en el último Masters 1.000, pero apagado en su segundo duelo. Ahora, a pensar en Turín.