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Сентябрь
2021

José Ignacio Moreno León: Mugabe y el fatal morbo del poder

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El 6 de septiembre se cumplieron dos años del fallecimiento en Singapur de Robert Gabriel Mugabe, quien a pesar de haber sido prócer de la independencia de Zimbabue, pais surgido de la antigua colonia británica de Rodesia, gobernada por una minoría blanca, luego de haber sido designado primer ministro y posteriormente electo como presidente de esa republica africana, se convirtió en dictador infectado por el fatal morbo del poder lo que lo llevó a ejercer por 37 años un férreo y sanguinario régimen tiránico.

El caso de Mugabe representa una evidente ilustración de la llamada enfermedad del poder o morbo del poder que está estrechamente ligada a caudillos que surgen de procesos electorales o movimientos revolucionarios, con ofertas redentoras o liberadoras de los pueblos, pero luego se convierten en activos promotores de regímenes autoritarios o totalitarios, violadores de derechos humanos y causantes del desastre económico y el empobrecimiento de los países donde se imponen estos gobiernos antidemocraticos.

Otros ejemplos de esos caudillos convertidos en tiranos gestores de dramáticas tiranías los encontramos en la Unión Soviética de 1924 a 1956 durante el régimen comunista, especialmente bajo la dictadura de Joseph Stalin, quien ejerció el control absoluto de todos los poderes y todas las propiedades del la URSS imponiendo, durante casi treinta años hasta su muerte un fracasado sistema estatista y de represion policial que, según algunos estudiosos fue causante de más de 15 millones de muertos, cifra que si se agregan las del periodo de Lenin superan los 20 millones de víctimas por purgas políticas, hambrunas, desplazados y bajas militares. El régimen Nazi impulsado entre 1934 y 1945 por Adolfo Hitler, el enfermizo tirano alemán, fue igualmente un caso ilustrativo de las dramáticas consecuencias de estas tiranías. Asi, según cifras del Museo del Holocausto de los Estados Unidos, solo el esquizofrénico programa nazista género la muerte de 6 millones de judios y 11 millones entre civiles sovieticos, polacos, prisioneros de guerra y discapacitados. Mao Zedong, el dictador comunista chino, con sus esquizofrénicos programas de ingeniería social e industrialización forzada, aplicados durante su mesiánico régimen entre 1949 y 1976 se convirtió en el mayor genocida de la historia provocando más de 70 millones de pérdidas de vidas humanas. Otro sátrapa comunista, Saloth Sar, más conocido como Pol Pot, líder de los Jemeres Rojos representa, con el sanguinario regimen que impuso en Camboya de 1975 hasta 1979 otro ejemplo de caudillos enfermos con el morbo del poder, que provocó en ese corto plazo, tal y como sucedió con la dictadura de Mao, la persecución de intelectuales y universitarios y la desaparición de más de la cuarta parte de la población de ese país que inicialmente contaba con 7.3 millones de habitantes.

Otro nefasto ejemplo de regímenes totalitarios vinculados al fatal morbo del poder lo representan la dinastía dictatorial de partido único comunista imperante desde 1948 en Corea del Norte y que se inició con la presidencia de Kim II-sun, quien se mantuvo al frente de esa tiranía hasta su muerte a los 82 años en 1994. A ese primer caudillo de la dinastía Kim lo sucedió su hijo Kim Jong-il, quien igualmente gobernó hasta su muerte en 2011, siendo sucedido por su hijo Kim Yon-un, quien hasta el presente se mantiene al frente de ese llamado Estado Popular socialista de Corea del Norte y con lo cual la dinastía Kim, como ejemplo emblemático del fatal morbo del poder acumula hasta la fecha 73 años de vigencia con un régimen totalitario afincado al férreo culto de la personalidad, con graves violaciones a los derechos humanos y una economía prácticamente aislada de la economía global, cuyo PIB percapita no supere 700 US$, en contraste con la pujante economía capitalista de Corea del Sur con más de 24 mil US$/pc. Las cruentas dictaduras de Idi Amin Dada, el sanguinario megalómano conocido como “el carnicero de Uganda”, de Mobuto el cleptócrata dictador de la Republica del Zaire y de Mugabe que detallaremos más adelante, representan muestras relevantes de como el morbo del poder ha sido rémora para los procesos de democratización de jóvenes republicas africanas.

En nuestra región latinoamericana el castro comunismo, imperante en Cuba desde 1959, es el segundo ejemplo más longevo, a nivel global, de un gobierno dictatorial que se inició a raíz del triunfo de una revolución, originalmente promovida para derrocar a la dictadura de Fulgencio Batista que por cerca de 6 años mantuvo a esa isla caribeña sometida a un régimen totalitario. Sin embargo esas promesas libertarias fueron prontamente olvidadas, cuando la dirigencia revolucionaria embriagada por el síndrome del poder, eliminó inclusive a compañeros de lucha con visión democrática y promovió masivos fusilamientos para imponer el totalitarismo comunista que por más de 62 años ha imperado en la isla, bajo el régimen mesiánico de la casta familiar castrista que mantiene a ese país en extrema pobreza, con serias restricciones a la libertad y notables violaciones de los derechos humanos.

Los caudillos infectadas por el morbo del poder, como hemos señalado, históricamente se caracterizan por ser personas con delirios de dictadores y mentalidades totalitarias y mesianicas, con frecuencia reflejando marcados síntomas neuróticas y de locura que en tiempos de debilidad de sus regímenes utilizan el recurso del “chivo expiatorio” promoviendo crisis artificiales, supuestos enemigos internos y externos (el Imperio?); o creando teorías del complot como malévolos recursos para perpetuarse en el poder. La corrupción es fiel compañero de los tiranos enfermos de poder, por ello no solo la promueven en sus gobiernos sino igualmente la impulsan en las fuerzas armadas para asegurarse su fiel apoyo.

Por estarse cumpliendo en este mes de septiembre apenas dos años de la muerte de Mugabe, histórico ejemplo de la enfermedad del poder, conviene señalar algunos detalles del origen y desarrollo del ferrreo totalitarismo que ese sátrapa africano ejerció a lo largo de casi cuatro décadas en la naciente republica de Zimbabue.

Mugabe asume el poder en Zimbabue en 1980 a partir de la independencia de ese país, mediante las primeras elecciones libres y comienza un gobierno inicialmente autoritario que dos años después tiene que enfrentar una cruenta rebelión de la minoría étnica que es masacrada por su ejército, con saldo de más de 20 mil muertos, acentuando ya de esa forma el carácter totalitario del régimen.Como Jefe de Estado desde 1987 fue reelecto en todos los sufragios presidenciales, los cuales se realizaron mediante procesos fraudulentos -recurso empleado con frecuencia por estos regímenes totalitarios-. En el año 2000 Mugabe pierde un referendo y con su milicia y seguidores reprime a los partidos de oposición e impulsa un proceso de invasión y expropiación de fincas de la minoría blanca del país para tratar de rescatar su popularidad. En 2008, al llegar en segundo lugar en la primera vuelta de las elecciones presidenciales presiona al ganador y logra que se retire para la segunda vuelta.

En 2009 y en medio de una economía colápsada Mugabe incorpora a su contendor Morgan Tsangiria como Primer Ministro en una compleja coalición de gobierno que dura hasta 2013. La crítica situación económica a la que su régimen había llevado al país hace más difícil la gobernabilidad, hasta que en 2017 y, ante los intentos del dictador de 93 años de ir preparando el terreno para que lo sucediera su esposa, entra en abierta confrontación con su ejército lo que provoca su renuncia el 21 de noviembre de 2017. Llega así al final un prologado régimen tiránico y despótico que con un modelo socialista llevó al país de ser de los más prósperos de África a convertirse en uno de los más pobres de ese continente, con un PIB que entre 2000 y 2008 se redujo en 50%, una inflación que llegó hasta el 100.000%, hambrunas y miseria, y el grave deterioro de su moneda qué pasó a cotizarse a 1 dólar USA por 35.000.000 dólares zimbabuenses. Todos esos males acompañados de un nivel de corrupción que, según Transparencia Internacional, ubicaba al país entre los 20 más corruptos del planeta, superado por Venezuela que para entonces ya se encontraba entre los 10 más corruptos y ahora está entre los 5 más golpeados por la corrupción, compartiendo esa indeseable clasificación con Yemen, Siria, Somalia y Sudán del Sur.

Por cierto, triste destino tuvo la réplica de la espada de Bolívar -adalid de la libertad- que el régimen venezolano en tiempos de Chávez puso en manos de Mugabe, quien fuera uno de los más connotados tiranos africanos.




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