Sabe la pelota. Es astuta. No se equivoca. Y es justa. A
Messi le debía un día bien especial con su Selección y en su
Argentina. Entonces, esperó, preparó el mejor escenario y se lo regaló. Le puso todos los condimentos a la historia. La Copa América que debía jugarse en el país del genio, a último momento, desembarcó en
Brasil. Ahí, en un estadio mítico como el Maracaná y con
Neymar y compañía como víctimas inmensas en la final, resolvió a
Leo hacerlo campeón por primera vez en celeste y blanco. Pero no era suficiente. Estaba el 10 a un paso de quebrarle un récord singular a
Pelé. Pudo haber sido en la tierra de ese mismísimo crack, otra vez contra
Brasil, pero el destino futbolero dibujó un bochorno inédito el domingo en San Pablo y sólo hubo cinco minutos de partido. Había una instancia superior…
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