“En el trono de
Neptuno no cabe ninguno que no sepa soñar partido a partido”. El verso parido por los maestros
Joaquín Sabina y
Leiva puso la perfecta banda sonora a una temporada gloriosa para el
Atlético de Madrid, emotiva como pocas. Un curso con un hondo calado sentimental porque significó mucho más que un título de
Liga. Significó el premio al esfuerzo de un grupo de jugadores, cuerpo técnico, directivos, empleados del club y aficionados en una temporada en la que la vida peleó en contra del
Atlético. El
Coronavirus, el temporal
Filomena, las sanciones, las decisiones arbitrales... Una lucha épica, casi epopéyica, para acabar demostrando que el equipo rojiblanco es un club con alma. Un equipo especial, una frase que no por manida pierde todo el peso que ostenta.
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