Fue consigna en las paredes del 68: «¡disfrutad sin trabas!» Era un desbarre, desde luego. Pero era un desbarre simpático, porque ninguna devastación acechaba a los disfrutantes. «Disfrutad de esta maravillosa erupción volcánica», es la consigna de la ministra Maroto. Disfrutad. Sólo que, esta vez, la maravilla arruinaba las vidas de miles de palmeños. ¿Es verosímil disfrutar de una tragedia? Sí, claro. Lo hacemos todos los días: desde Eurípides a Tobe Hooper. Lo llamamos entretenimiento. Con una condición: que lo trágico, o lo atroz, o lo doloroso sucedan en un escenario ficticio. Trasladadas a lo real, la historia de Medea o la de ‘La matanza de Texas’ serían charcutería que nadie en su sano juicio soportaría.
En su sano juicio, digo....
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