Hacia dónde va la Universidad
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Lo que germinó entonces ha crecido y madurado de forma extraordinaria a lo largo del tiempo y hoy tenemos en la Comunidad de Madrid un ecosistema universitario sólido, dinámico y eficiente, con más de 300.000 estudiantes, en consonancia con la propia vitalidad de la región. Contamos con seis magníficas universidades públicas y con una amplia oferta universitaria privada que, pese a los prejuicios y ataques desplegados por el ministro Castells, aporta un gran valor y diversifica las posibilidades de especialización. En el caso de la Comunidad de Madrid, las perspectivas de nuestro Espacio de Educación Superior son muy alentadoras por la constante mejora de los estándares de la calidad docente e investigadora de nuestras universidades y por su capacidad de atracción de estudiantado nacional e internacional.
Así, ante el nuevo curso académico, desde el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso estamos impulsando políticas orientadas a activar las sinergias y el fortalecimiento de nuestro Espacio de Educación Superior en todos los ejes sobre los que se está construyendo la universidad del futuro: mejora de la calidad docente, refuerzo de la investigación, transferencia de conocimiento al tejido productivo, digitalización e internacionalización.
La transformación digital también avanza imparable en nuestro Espacio de Educación Superior. La Comunidad de Madrid ha inyectado 40 millones de euros a las universidades públicas madrileñas para la puesta en marcha de proyectos específicos en este ámbito, que impulsen una digitalización bien enfocada.
Pero la universidad es también un espacio de pensamiento crítico, de rigor intelectual y de libertad, y, precisamente por ese motivo, está ahora mismo directamente amenazada por los designios sectarios del Gobierno. El ministro de Universidades tiene un plan, y no es el de abonar la excelencia en los campus, sino el de convertirlos en un coto cerrado del pensamiento único de izquierdas, según el anteproyecto de la futura Ley Orgánica del Sistema Universitario. En la nueva normativa un profesor titular podrá llegar a rector sin ser catedrático (¿quizá Pablo Iglesias?), se crearán en las universidades ‘unidades de diversidad’ con tufillo a comisariado político y se ensalza el recurso a Internet frente a la adquisición de los conocimientos utilizando la memoria. El Gobierno sanchista, heterogéneo y aparentemente quebradizo en tantos aspectos, está mostrando una sorprendente unidad de criterio en la demolición de un sistema educativo libre, abierto y plural para imponer en las aulas la estricta observancia de su catecismo laico, primero en los niveles de enseñanza no universitaria a través de la Ley Celaá y, después, en los estudios superiores con la Ley Castells. Queda así al descubierto que lo que la izquierda entiende como igualdad es en realidad uniformidad. No aspiran a que todos tengamos las mismas oportunidades, sino a que todos pensemos lo mismo. Es decir, justo lo contrario del contraste y debate de ideas que a lo largo de los siglos ha hecho avanzar a la universidad y, de su mano, a toda la sociedad.
Enrique Ossorio
Consejero de Educación de la Comunidad de Madrid