Masterchef y el desquite de Verónica Forqué
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La actriz parece emperrada en destrozar esa ilusión de ella, demasiado empeñada en cargarse a Kika, Cristal, Pepa… a todas esas mujeres fascinantes que ha interpretado a lo largo de su carrera. Tan luminosas que acabaron por borrar a Vero, como prefiere que la llamen. Vero Forqué ha ido a Masterchef a protagonizar una obra de teatro, surrealista y fascinante, con gritos y aspavientos desquiciados. Se ha tomado el programa como su última gran función. Y yo aplaudo que lo haga, aunque se pelee con todo quisque.
Lo suyo en la prueba por equipos del otro día fue sublime. Si un guionista intenta escribirla, se queda corto. Solo un genio como ella es capaz de improvisar esa escena propia de Ionesco y dejar a todo el mundo con la boca abierta. Al verla ahí, afónica, alborotada, maleducada y completamente desnortada, no sabías si lo que estaba haciendo era verdad, mentira o todo a la vez. Probablemente eso sea también ella, todo eso y más al mismo tiempo. Con 65 años y esa vida, puede ser lo que le dé la gana.
Me impresiona que se empeñe tanto en ser un grano en el culo y ni así consiga que la deteste. Me sigue fascinando y divirtiendo, aún veo en ella a ese ser humano que siempre sonríe, pase lo pase. Conozco a un pequeño puñado de personas así, siempre contentas, incluso en la desdicha. Son muy pocas, pero existen y cuando me encuentro con una siento admiración y envidia. Ojalá yo tendiera, aunque solo fuera un poco, hacía esa luz.
Esa es la luz de Verónica Forqué, también de Vero en Masterchef, aunque la cómica LaLaChus la haya comparado con Golum en un vídeo tronchante. Esa es la luz de Kika, uno de los personajes más fascinantes del cine español. Su desparpajo te hace sentir en casa, es puro hogar; y su transgresión sería imposible en 2021. Ahora pedirían una pira para Almodóvar por la escena de la violación interminable. Vivimos tiempos en los que hasta el humor ha perdido el sentido del humor. Los límites son cada vez más estrechos, aunque yo sigo llorando de risa cada vez que veo a Kika debajo de Paul Bazo, el hermano de su sirvienta (Rossy de Palma), un actor porno escapado de la cárcel. Ahí está la Forqué, pizpireta incluso en una violación demencial, gritándole que termine pronto porque ella no tiene tanto tiempo: «Ay, chico, a mí me sabe mal, pero date prisa». Una frivolidad exagerada y genial que en el siglo XXI no tiene quién la escriba.
Verla debatirse entre la ingenuidad y la ira desquiciada en Masterchef es tan raro que hipnotiza. La Forqué es Kika y al mismo tiempo hace mucho que dejó de serlo. Empeñada en ese guiñol que ahora nos quiere vender, le diría, «qué ‘heavy’ eres, Vero». No tengo ninguna duda de que ella me respondería: «Nena, soy auténtica».