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oeman pidió ayer ayuda, una tregua, respeto, hechos y no palabras. Que crean en él. Que den tiempo al proyecto. Que supriman el ruido. “No voy a responder más preguntas sobre mi futuro”, había dicho el técnico del Barça en la anterior rueda de prensa. Y lo cumplió.
Koeman es un tipo que no sabe mentir, muy sincero, y que no quiere volver a encender sensibilidades en rueda de prensa. Ayer quiso centrar el mensaje y que no se diluyera. En el otro lado fue interpretado como un incendio. Ese es el problema: hay dos lados. Lo mejor para el Barça sería o renovarlo o despedirlo. Mantener la zozobra y los ultimátums no tiene sentido. Todo lo que dijo ayer
Koeman tenía un punto de razón. Es un Barça en reconstrucción (se ha ido
Messi) que necesita tiempo (no es solo cuestión del sistema) y paciencia con los jóvenes (“que pueden ser estrellas mundiales”). El vestuario está con el entrenador. El entorno más voraz del presidente, no. Los aficionados, divididos.
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