Un día te levantas aventando penas, acunando esperanzas, dispuesto a que hoy sí puedo, venga, ya sí que lo intento. Un día, martes, miércoles, el que sea, decides poder con todo para que nada te pueda y entonces la naturaleza aporrea con fuerza tu puerta, te sacude, te despereza, te revienta. Esa es su fuerza, que en cronos manda en realidad ella.
Un día cualquiera te envía heraldos de muerte, bichos pequeños, sibilinos, taimados, mortíferos, que se conjuran para ser grandes como una pandemia, que se lleva a unos y al resto los pone a prueba. Otro día, oculta, emboscada, es la lengua de fuego la que despierta, trepa por los muros de tu hogar, humea en las heridas abiertas en...
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