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Сентябрь
2021

La fuerza del diálogo

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Abc.es 
Hablando se entiende la gente. Cuántas veces me habrá repetido eso mi padre. Y es curioso, porque él era un hombre de acción, pero siempre supo pararse a meditar y siempre tuvo tiempo para escuchar a los demás. Porque diálogo es eso, escuchar mucho y hablar de vez en cuando. Aunque aquí somos más de monólogo, por desgracia, y nos llenamos la boca de palabras para decir que somos tolerantes y dialogantes, pero como que no mucho. Y así nos va.


En estos tiempos del acelerón y las prisas, esta época en la que desde la política se nos marca el paso a golpe de tuit y las consignas circulan como verdades absolutas cuando no como noticias, hay que pararse y respirar un poco. Antes de lanzarse a la greña política y meterse en el barro del lodazal de las redes sociales, hay que mirar las cosas con sosiego y pararse a leer lo que se escribe. Y mucho mejor, antes de contestar un exabrupto o soltar una gilipollez, coger el teléfono y charlar. Y si lo hacemos cara a cara ya es la pera.



Eso que parece extraordinario, lo de ponerse a charlar, nos acerca mucho a la esencia del ser humano. El enfrentamiento y la crispación nos acercan a la otra cara de esa esencia, calro. A la más obscura y siniestra, a esa que sólo conviene a los que se acercan a la cosa pública con obscuras intenciones y que no tienen otro argumento que las bilis y las heces de lo peor de nuestro pasado para intentar crear un presente que prepare un futuro a su imagen y semejanza. Y a su conveniencia.


Que en medio de estas lindezas nos encontremos con que la política es diálogo nos sorprende un poco, cuando no debería sorprendernos. Pero la realidad nos supera y nos hace olvidar que la fuerza de la palabra está por encima de la fuerza del desencuentro. Aunque, qué quieren que les diga, es más fácil partirse la cara que sentarse a dialogar. Y así nos va, y es la segunda vez que lo digo.


Cuando el diálogo sobrevive en la política, o a la política, nos sorprende. Incluso somos muy capaces de poner a caer de un burro al político que se pone a dialogar con sus rivales. Bueno, incluso a veces con sus amigos, pero no me quiero dispersar en ese jardín de las delicias que es el de las luchas internas de los partidos. Algunos son capaces de devorarse a sí mismos desde dentro incluso cuando son los que decían que venían a salvarnos de la política de siempre. Incluso cuando tiene las de ganar, qué cosas, y se devoran los unos a los otros ante el estupor de los demás y la cercanía del aroma del pastel del triunfo.




El diálogo, cuando se ejerce entre instituciones, se ha de basar en la lealtad. Y es bonito, y muy conveniente, ver como el presidente de una comunidad, de uno u otro color político, se sienta a dialogar con el de otra de otro color. Y si de ahí sacan algo en claro, genial. Y si no lo sacan, genial también porque en su diferencia está su acercamiento. Yo les invito a seguir, aunque algunos critiquen que si fulatino se sienta con menganito, que fíjate tú que traición o que si aquel es un tal y el otro, que es un cual, no debería hacerse la foto con este… Tal vez el problema sea ese. Las fotos. Y que me perdonen mis compañeros gráficos, aunque sé que se entiende lo que quiero decir.


En fin, que me gusta el diálogo entre políticos, entre instituciones, entre presidentes autonómicos, entre personas, entre amigos y entre enemigos. Me gusta cuando se plantea con sinceridad, en positivo y con la mirada puesta en el futuro. Me gusta cuando se habla de avances para los ciudadanos, de ventajas para la gente, de presupuestos, de financiación autonómica, en definitiva, de la buena gestión de la cosa pública.


Y no me gusta cuando se hace el paripé para la foto, el paripé de lo pactado previamente, el paripé del utilitarismo, el paripé del partidismo por encima de los intereses comunes. Y no les digo lo poco que me gusta cuando la conversación parte del inmovilismo del trágala para no llegar a ningún sitio más allá de los casposos intereses personales de turno. Y de eso, aquí hay mucho.


Sólo les voy a poner un ejemplo. Se acerca la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado y de los presupuestos de la Comunidades Autónomas para 2022. Cada vez que alguien se sienta a dialogar, el resto le pone en la picota. Eso si no se le subleva por detrás cómo está pasando en el seno del gobierno valenciano en el que, mientras el president, Ximo Puig, demuestra que es hombre de diálogo dentro y fuera de su Comunitat, la vicepresidenta, Mónica Oltra, marca su territorio. Digo yo que será para hacerse valer. Es lo que hay y es sólo un ejemplo, pero busquen más en el resto de España, que los hay, y siéntense a mirar la negociación de los PGE. Así nos va. Y ya van tres.


Saben, frente a la debilidad del enroque, de la trinchera, de la caspa y del monólogo yo sigo creyendo en la fuerza del diálogo. El día que deje de creer hablaremos de otra cosa.



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