Memoria Histórica en Madrid: Largo Caballero y Prieto, dos símbolos socialistas marcados por la polémica
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La iniciativa de Vox se sustentó en el artículo 15 de esta ley, que señala que «las administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura». Ahora, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) ha despejado el camino a los recursos que impedían la retirada de los distintivos.
El papel del PSOE en la guerra
En los primeros años de la Guerra Civil, Francisco Largo Caballero, presidente del Consejo de Ministros del 4 septiembre 1936 al 17 mayo 1937, e Indalecio Prieto, que ejerció varias carteras durante el conflicto, tuvieron un papel clave en violencia revolucionaria dentro del bando republicano.
«Si bien Largo Caballero y Prieto no fueron jefes de las Checas, sí fueron los líderes del Gobierno que oficialmente las autorizó. ¿Cómo pudieron estar más involucrados en estos crímenes?»
Los dos personajes aún dividen a los historiadores. Julian Casanova, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, considera que, durante la guerra, «la República –democrática– tuvo que dejar la política y defender su legalidad con armas, a la vez que desde abajo estalló una revolución social, muy violenta, muy difícil de controlar en los primeros meses pese a los intentos serios desde arriba de muchos políticos –incluido Prieto y Largo Caballero–. Situar a ambos en la senda del crimen, después de años de dictadura, exclusión, represión y ausencia de libertades, es una decisión política que nada tiene que ver con lo que hemos examinado decenas de historiadores», apunta.
Radicalmente diferente interpreta los hechos Stanley G. Payne, catedrático emérito de Historia en la Universidad Wisconsin-Madison, quien apunta que, «si bien Largo Caballero y Prieto no fueron jefes de las Checas, sí fueron los líderes del Gobierno que oficialmente las autorizó. ¿Cómo pudieron estar más 'involucrados' en estos crímenes?», se pregunta el hispanista.
Gobierno republicano de octubre de 1931.«Ambos políticos tuvieron una responsabilidad muy directa en la entrega de armas a los militantes de los partidos y sindicatos de izquierda, y en la conversión ilegal de esos militantes en cuerpos de policía que propició los numerosos crímenes en la zona republicana. Suele eximirse a ambos afirmando que la fase más intensa de la represión republicana sucedió con el Gobierno Giral, y que cuando Largo Caballero y Prieto ascienden al poder en septiembre de 1936, ésta se frena. Lo cierto es que lo hizo muy lentamente, y que los paseos continuaron un tiempo sin que el Gobierno, que tenía fuerza pública y a esas milicias a sus órdenes, hiciera nada por impedirlo», explica Roberto Villa García, profesor titular de Historia Política de la Universidad Rey Juan Carlos.
La revolución
Uno de los argumentos esgrimidos por Vox para retirar los símbolos de estos dos socialistas es su implicación en distintos episodios revolucionarios. Francisco Largo Caballero, de la escisión marxista del PSOE, no ocultaba en sus discursos que la meta de las luchas sociales sería una revolución y la democracia, un mero instrumento. «Hoy estoy convencido de que realizar obra socialista dentro de una democracia burguesa es imposible; después de la República ya no puede venir más que nuestro régimen», afirmó tras la derrota de las izquierdas en las elecciones de noviembre de 1933. El socialista apostó entonces por el camino de la insurrección y por romper con la legalidad republicana en octubre de 1934. Prieto no estuvo en la gestación del golpe, pero finalmente se sumó junto a sus compañeros de partido a una revolución que costó la vida a 2.000 personas y desató la persecución violenta de sacerdotes y religiosos.
La posición de Indalecio Prieto, quien pronto se convirtió en el enemigo público de las corrientes más radicales, divergió en muchas cuestiones de la de Largo Caballero. «Lo de Prieto es más complicado, pues a veces pidió moderación y abogó por la no violencia, mientras en otras ocasiones, no. Hay que recordar que el socialista que asesinó a Calvo Sotelo fue prietista, y que Prieto personalmente escondió y apoyó a los asesinos, y así fomento muy directamente la Guerra Civil», asegura a ABC Stanley Payne, quien tiene claro que Prieto no tiene de «ningún modo las manos limpias».
«Ambos son personajes históricos a los que hay que entender en la época que les tocó vivir, insertos en la causa política que defendían, sin presentismos. Los historiadores solemos tratar con complejidad estas cuestiones, y no hacer simples inventarios de bondades y maldades», defiende Villa García, que lamenta que con otros personajes afectados por la Ley de Memoria Histórica no se permitió introducir matices ni actuar con la cautela debida.
Stalin, ¿el demócrata?
El golpe de Estado de julio de 1936 sorprendió a Largo Caballero fuera de España. Rápidamente se desplazó a Madrid y exigió el reparto de armas entre los obreros y sindicalistas. Él mismo visitó el frente madrileño vestido de miliciano y armado con un fusil. Las primeras derrotas y el caos de la retaguardia republicana llevaron a la formación de un Gobierno en el que Largo Caballero, en nombre de la UGT, asumió la presidencia y el Ministerio de la Guerra. Con el envío a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) del oro del Banco de España se aseguró el apoyo de Stalin y una línea de comunicación directa con el Kremlin.
En diciembre de 1936, Stalin, Molotov y Voroshilov enviaron una serie de cartas a Largo Caballero tratando de dictar la política que debían seguir los republicanos de puertas para dentro:
«La revolución española traza su propio camino, distinto en muchos aspectos del seguido por Rusia. Esto obedece no solo a las distintas condiciones sociales, históricas y geográficas, y a las necesidades de la situación internacional... Es muy posible que la vía parlamentaria resulte ser un medio más eficaz de desarrollo revolucionario que en Rusia… No se debe rechazar a los dirigentes republicanos sino que, por el contrario, hay que atraerlos y acercarlos más al gobierno. Sobre todo, es necesario asegurar el apoyo de Azaña y su grupo al gobierno y hacer todo lo posible por vencer sus vacilaciones. Esto es necesario para evitar que los enemigos de España la consideren una República comunista e impedir así su intervención abierta, que constituye el mayor peligro para la España Republicana»
Largo Caballero contestó por carta a Stalin, uno de los bolcheviques que disolvieron la Asamblea Constituyente rusa, el porqué carecía de sentido apostar por más democracia, aunque fuera de fachada
En resumen, Stalin pedía a Largo Caballero que mantuviera la «vía parlamentaria» y el apoyo del resto de grupos republicanos para que, al menos en apariencia, el país no pareciera encaminada hacia una república comunista, lo que podía acabar forzando a naciones no fascistas, como Inglaterra o Francia, a intervenir en la Guerra Civil con tal de evitar un satélite comunista en Europa Occidental. El 12 de enero de 1937 Largo Caballero contestó por carta a Stalin, uno de los bolcheviques que disolvieron la Asamblea Constituyente rusa y que estaba a punto de hacer una nueva purga en su partido, el porqué carecía de sentido apostar por más democracia, aunque fuera de fachada, en ese momento del conflicto:
«Tiene razón al señalar que existen diferencias apreciables entre el desarrollo de la Revolución rusa y la nuestra. De hecho, como ustedes mismos indican, las circunstancias son diferentes… Pero en respuesta a su alusión [al método parlamentario] conviene puntualizar que, independientemente de la suerte que reserve el futuro a la institución parlamentaria, entre nosotros, incluso entre los republicanos, no tiene partidarios entusiastas… Estoy absolutamente de acuerdo con Vds. en lo que dicen respecto a los partidos políticos republicanos. Siempre hemos procurado atraerles a las tareas de gobierno y de la lucha… Lo que ocurre es que ellos mismos apenas hacen nada para afirmar su propia personalidad política».