Semana fantástica en el bipartidismo
Reina la satisfacción en las sedes del Partido Popular y del PSOE. Se les ve a ambos pletóricos y encantados de haberse conocido. Casi emociona tanta dicha después de haberles visto cruzar temibles desiertos de dificultad durante años. Tienen motivos. Cierran una semana donde todo han sido buenas noticias.
Al PP las encuestas, CIS incluido, le ratifican que su convención peregrina ha servido para aquello que se pretendía: poner al partido en la rampa de salida del ciclo electoral. Todas las mediciones apuntan en la dirección de un PP caminando lento pero seguro hacia la barrera del 30% de sufragios y el 80% en fidelidad de voto, devorando a Ciudadanos, ganando la transferencia de voto a Vox y con el liderazgo de Pablo Casado asentado entre los votantes de derecha, aunque manteniendo fuertes niveles de desconfianza entre los demás electores.
El PSOE acaba de cerrar un congreso que ha parecido un episodio de la Casa de la Pradera por tanta reunión familiar y tanta emoción a flor de piel. Un carrusel de lágrimas y ovaciones cerradas para celebrar la recuperada unidad y proceder a la aclamación del líder, de retorno al partido tras librarse de advenedizos y camarillas. Las encuestas no le van tan bien como al PP, pero se mantiene en el entorno de los resultados del 2019. Pedro Sánchez bate claramente a Casado en la percepción de su liderazgo; incluso le valoran mejor los votantes de su socio que los suyos. Le saca prácticamente un punto de ventaja en valoración; tres de cada diez votantes confían mucho o bastante en el presidente, únicamente uno de cada diez confía igual en el líder popular (Datos CIS, barómetro octubre 2021).
El bipartidismo volvería a superar la barrera de la mitad de los votos en unas hipotéticas elecciones generales y ambas organizaciones exhiben músculo, fuerza y propósito. Tanto entusiasmo puede que haya tenido mucho que ver en el cierre relámpago del acuerdo para renovar todo menos lo que realmente importaba: el CGPJ. Ambos partidos se ven claramente destacados sobre sus competidores y el acuerdo lanza el mensaje de que las cosas pueden volver a ser como antes.
Se entiende la disposición del PP puesto que se ha pactado lo que ellos querían, cuando ellos querían y en los términos que ellos han impuesto. La premura socialista se entiende algo peor. Puede que, como sostienen en Moncloa, a Pablo Casado ya no le fuera muy costoso mantener el bloqueo y la imagen del no a todo, necesitase reforzar con urgencia su imagen de hombre de Estado y ahora no le vaya a quedar más remedio que pactar la renovación del CGPJ sino quiere perder lo ganado.
Pero también pudiera ser que el PP haya buscado cohesionar su mayoría en el Constitucional y pactar aquello que no le importa tanto para mantener el bloqueo en aquello que realmente le importa usando, precisamente, ese acuerdo como coartada. Lo cierto es que, si no se renueva el CGPJ, la renovación parcial del TC obligada en 2022 quedaría bloqueada y eso le permitiría a Casado llegar a unas elecciones que espera ganar manteniendo su mayoría ficticia en el poder judicial y en el TC. Si no es una trampa, se le parece mucho. El tiempo dirá.