¿Qué alimentos no debes guardar nunca en la nevera?
Podríamos pensar que, para que un alimento se conserve durante más tiempo, tiene que ir a la nevera. Todo, desde el pan hasta los tomates, lo ponemos en el frigorífico pensando que así ofrecemos a esos alimentos más días de vida útil. Y sí, la nevera hace una labor muy importante a la hora de conservar alimentos porque permite que algunos no se echen a perder tan rápido. Gracias al frío, se genera un poder conservante que hace que las bacterias pierdan fuerza y ralenticen su propagación.
Esto es especialmente útil en productos frescos y muy perecederos como el pescado, la carne o la leche abierta, que es mejor conservar entre los 4ºC y los 7ºC para, precisamente, inhibir el crecimiento de microorganismos patógenos.
Sin embargo, hay algunos alimentos que no necesitan estar allí porque no se conservan bien a temperaturas de refrigeración. Es más, puede que suceda todo lo contrario y en la nevera se deterioren más pronto, lo que favorece la aparición de problemas como la pérdida de sabor. Por tanto, es importante comprender que la refrigeración no siempre es necesaria.
El ambiente frío y húmedo del interior de la nevera, en algunos casos, lo que puede provocar en realidad es todo lo contrario a lo que estamos buscando: un deterioro mucho más rápido para ciertos alimentos. Hablamos de productos como:
En todos estos casos, los estantes de nuestra despensa pueden ofrecernos el ambiente perfecto para que se conserven bien sin caer en la tentación de abrir la puerta de la nevera.
Una duda frecuente y recurrente que solemos tener es por qué los huevos en el supermercado están a temperatura ambiente y nosotros los ponemos en la nevera cuando llegamos a casa. Estamos hablando de un alimento que, por su naturaleza, es muy sensible a la contaminación y multiplicación bacteriana y a los cambios de temperatura, que provocan condensaciones sobre la cáscara. La humedad, además, facilita la multiplicación de gérmenes, la desintegración de la barrera protectora del huevo y, por tanto, su contaminación.
De ahí que, para evitar estos cambios de temperatura, lo más recomendable sea conservarlos en la nevera, donde la temperatura es constante, separados de otros alimentos y preferiblemente en su envase original para evitar contaminaciones cruzadas con otros alimentos. Solo podríamos dejarlos a temperatura ambiente en el caso de que garantizáramos que no se producen cambios bruscos y que se mantienen a una temperatura constante de unos 20ºC.