Ernesto Neyra, condenado por amor
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En 1997, Neyra contrajo matrimonio con Carmina Ordóñez. A ambos les gustaba mucho la fiesta y se dejaron llevar por las adicciones a las que en aquel momento estaban enganchados. La unión duró dos años y Carmen le acusó de malos tratos. Pero se equivocó al haberlo hecho público primero en televisión, previo pago. Su testimonio perdió fuerza, que no veracidad, y el Juzgado de Instrucción nº 6 de Madrid desestimó la demanda. Pero ya era tarde porque la «divina» y su clan encabezado por Kiko Matamoros se habían encargado de juzgarle mediáticamente. Una lacra de maltratador que ya nunca consiguió quitarse. El entorno asegura que el maltrato fue mutuo y fruto de los excesos.
Neyra no pudo volver a bailar e intentó ser comercial de un aceite de oliva, rehabilitó edificios e incluso montó un bar en Madrid en los alrededores de Plaza Castilla. Todo ello sin éxito, por eso su economía no ha sido muy boyante los últimos años y de ahí los impagos. Su última aparición pública fue en 2017, en los premios de la revista Escaparate en Sevilla. Pero por mucho que lo ha intentado, sus dos amores le han enterrado en vida.