Me gusta ver a Pablo escondido en Twitter tras su chorro de babas y sandeces. Me gusta verlo arrinconado, defendiéndose como un hortera. Sin ningún humor, sin ninguna virilidad, con todos los defectos de la vieja política y sin ninguna de sus virtudes. Este verano, como el anterior, estoy escribiendo las entrevistas de la contraportada. He hablado con políticos de izquierda y de derecha, del presente y del pasado, y todos poseen un estilo, un charme, una clase de la que Pablo y los suyos absolutamente carecen. Y no es una cuestión ideológica, porque sería un insulto a la propia izquierda decir que Salvador Illa o José Luis Corcuera, e incluso Perico Delgado -a quien Felipe González llegó a calificar...
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