Samuel García y "yo enseño lo que quiera"
A mí no me da miedo que el senador Samuel García haya protagonizado el famoso video de “Yo enseño lo que quiera”. Me da miedo la reacción de la gente.
¿Por qué? Porque una vez más cada quién vio lo que quiso ver y, lo peor de todo, lo utilizó para sus fines. ¡Es una vergüenza!
Le explico: Samuel García y su esposa, Mariana Rodríguez, decidieron comer costillas de cerdo, cada uno desde una posición remota y, como muchas personas en estos tiempos de COVID-19, eligieron una red social para hacerlo: Instagram.
Samuel y Mariana comían y conversaban. Él, aparentemente en una mesa tradicional. Ella, en una posición un tanto extravagante. No sabría decirle si desde el suelo, una cama o algún sillón.
El caso es que mientras se llevaba las costillas a la boca, tenía una pierna desnuda en un ángulo poco usual.
Yo, la verdad, la admiré porque se necesita mucha elasticidad para hacer eso y, sobre todo, para hacerlo sin interrumpir la digestión.
El caso es que don Samuel le pide que baje la pierna porque estaba "enseñando" y el resto de la historia usted ya la conoce.
¿Qué fue lo que sucedió? Que miles de mexicanas y mexicanos enloquecieron de rabia al considerar que el señor García estaba siendo machista y se pusieron a defender a Mariana con fotos con poca ropa y hashtags como #YoEnseñoLoQueQuiera.
La pregunta es: ¿por qué nadie fue con la señora a preguntarle si le iba a pedir el divorcio a Samuel por eso, si se sentía ofendida o qué?
No sé si entienda la gravedad de esto, pero si el machismo es malo, el egoísmo es peor y la víctima de este video no eran las personas que protestaron. Era Mariana.
¿En qué momento la señora les pidió que protestaran en su nombre? ¿A razón de qué se exhibieron por ella? ¿Quién les dio permiso de que se hicieran publicidad con su historia?
Se me hace de una irresponsabilidad tremenda que muchas personas, incluyendo a algunos de los más importantes comunicadores de México, hayan utilizado este caso no para ayudar a una mujer.
¿Sabe para qué? Para vomitar odio, para jalar agua a sus molinos. Eso es tan delicado o más que el supuesto machismo del senador.
¿Por qué utilizo la expresión supuesto machismo? Porque a lo mejor así es la relación de esta pareja, porque existe la posibilidad de que ellos, como muchos mexicanos, así, sean felices. ¿Cuál es el problema?
Todo el mundo se fijó en el momento en que Samuel ofreció disculpas públicas, pero nadie se tomó la molestia de hablar bien con él, de no usarlo como pretexto para proyectar sus frustraciones, sus agencias.
¿A nadie le llamó la atención que esta pareja haya decidido comer por Instagram, donde todos los podían ver, y no por alguna red privada?
¿Y si fue un truco publicitario? Me da mucha pena tener que recordarle esto, pero en política, para tener éxito, no se trata de ser correcto, se trata de ser conocido.
Si no me cree, pregúntele a Donald Trump. Y esta mañana, gracias a ese video, medio México ya sabe quién es Samuel García.
Tenemos que felicitar a todos los que, en su berrinche, le ahorraron millones de pesos en publicidad y relaciones públicas al senador. ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravísimo!
Hoy, en México, seguimos matando mujeres, ejerciendo violencia sobre ellas. El machismo va y viene.
¿Qué fue lo que conseguimos subiendo publicaciones con hashtags como #YoEnseñoLoQueQuiera?
Hacerle el caldo gordo al senador y pasar un buen rato de entretenimiento jugando, desde la comodidad de nuestros dispositivos, a algo que creemos que es activismo social y que no es otra cosa más que vanidad exacerbada.
¿Ahora entiende cuando le digo que a mí no me da miedo que el senador Samuel García haya protagonizado ese famoso video? Allá él y su vida. Me da miedo la reacción de la gente. ¿A usted no?
alvaro.cueva@milenio.com