Por unos, nos quedamos todos
Un sábado antes de la activación del botón de emergencia todo lo que podía estar pasando, estaba pasando en la explanada del Templo del Expiatorio. De un lado de la glorieta, un show de acróbatas y payasos tenía en vilo a decenas de familias; del otro lado los graduados con toga y birrete, bien juntitos a petición del fotógrafo para la imagen del recuerdo, y saliendo de la iglesia, que superaba el 30 por ciento de su ocupación, una quinceañera rodeada de familiares y amigos que lucían sus mejores atuendos, pero sin cubrebocas para no perder el glamour. Claro, no podían faltar, los puestos de comida llenos y los artesanos ofreciendo sus productos, pocos utilizando el accesorio de protección correctamente.
Y este fue solo un escenario, un lugar, de un sábado por la noche en Guadalajara. Una muestra de la relajación de las medidas sanitarias que finalmente derivó en activar el Botón de Emergencia desde hace una semana, un mecanismo que funciona en la teoría, pero que en la práctica terminó por generar aglomeraciones en el primer día que entró en vigor y dejó a decenas de personas varadas y preocupadas por cómo llegar a casa.
Si la estrategia funciona o no para disminuir el ritmo de contagios de covid-19 lo sabremos hasta que terminen los 14 días, pero de lo que sí tenemos certeza es que este tipo de medidas terminan afectando a los que menos ganan, a los que necesitan del transporte público, a los que tienen negocios pequeños.
Porque para quienes utilizan el tren ligero o un camión urbano en horas pico, el escenario de la noche del 30 de octubre era predecible. Un día regular las paradas están llenas en espera de poder abordar una unidad, ahora a sabiendas que posiblemente era la última que podrían tomar camino a casa, iban abarrotadas. Una obviedad para el ciudadano de a pie, no así para las autoridades, aparentemente.
El cierre obligado en fines de semana podría ser el último golpe para las pequeñas empresas que apenas pueden mantenerse y para los empleados de medianas y grandes que desde abril viven con su sueldo reducido, y hay más puertas cerradas que abiertas para buscar una mejor oportunidad laboral.
La crisis sanitaria y económica no cede, y mientras seguimos tratando de mantenernos a flote en esta primera ola, hay quienes continúan saliendo sin cubrebocas, sin mantener distancia y a eventos multitudinarios, y son ese tipo de acciones las que alimentan el problema y se utilizan para justificar medidas como el Botón de Emergencia, que tapa un pozo abriendo otro.
Hasta que no se tenga conciencia de que en tiempos de pandemia la acción individual, más que nunca, afecta a la colectividad, vamos a seguir en este sube y baja de aperturas y cierres, que al final nos perjudicarán a todos por igual.