La tristeza de los columpios vacíos
Durante el confinamiento llovió, llovió y después llovió, y el mundo estaba hecho solo de gris. Pero aquel día, cuando ya acariciábamos la desescalada, el sol por fin alumbró todas las cosas. ¿Se acuerdan? Fue un domingo, 26 de abril: la primera jornada en la que las niñas y los niños pudieron salir a pasear después de todas aquellas semanas de ausencias de otras voces infantiles, de arcos iris para que dijeran que todo iba a salir bien aunque no supieran que era lo que tenía que salir y de miradas tristes de encierro viendo detrás de los cristales cómo se vertía agua del cielo. Pero todo acabó aquel domingo soleado de primavera: regresaron a las calles. Es verdad que solo podían estar acompañados de un adulto y que volvían a un universo que ya no era el que conocieron. Pero fue un comienzo: Martina y yo fuimos al puerto de Dénia y el mar parecía recién creado.