Aquella temporada de más de 600 corridas con El Cordobés como rey del escalafón

La temporada taurina de 1970 se saldó con más de seiscientas cincuenta corridas de toros, casi cuatrocientas novilladas picadas y un centenar de rejones, y con El Cordobés como rey de escalafón con más de ciento veinte tardes. En ese contexto, los críticos de los principales medios de comunicación ofrecían una visión pesimista sobre el devenir de una Fiesta, a su juicio, marcada por la monotonía, con el aficionado auténtico en regresión y necesitada de una reestructuración. En un año en el que El Cordobés, además de batir récord de corridas toreadas, se entretuvo en cortar ocho orejas en dos tardes isidriles, y Paco Camino triunfó a lo grande en la Beneficiencia, la crítica insistía en la lucha por la presencia en el ruedo del toro íntegro, lejos del “novillo regordío”, y en la ausencia de competencia entre las figuras. ¿Les suena? En un reportaje publicado en El Ruedo a finales de 1970, las firmas taurinas más destacadas del momento analizaban la temporada. Vicente Zabala, entonces en la tribuna de Blanco y Negro y Nuevo Diario, consideraba que “la década de los setenta ha comenzado con el mismo signo negativo que las anteriores”, para subrayar: “Siempre las mismas figuras, muy vistas ya, incapaces de competir entre sí”. De cara al futuro “no tengo fe en quienes rigen los destinos de la Fiesta”, y “del toro es preferible no hablar”. Sin embargo apostaba por tres toreros jóvenes, “que pueden dar mucha guerra”: “Paquirri, pletórico de facultades y muy poderoso; José Luis Parada, de corte muy clásico, y Dámaso González, valiente a carta cabal”. En estos tres mismos toreros confiaba Alfonso Navalón, del diario Informaciones, que se mostraba a favor de aumentar el número de novilladas y muy crítico con los empresarios, “incapaces de llevar a cabo un plan de salvación”, que ellos mismos aseguraban que era necesario, y apuntaba la necesidad de “abaratar los precios, ofrecer al público más autenticidad y poner freno a los abusos”. No se dejaba en el tintero la decepción de que “solo hemos visto toros con cuajo cuando en el cartel figuraban toreros de segunda fila”. Por su parte, Antonio Díaz Cañabate, de ABC, tampoco demostraba euforia ante lo vivido en la temporada de hace cincuenta años, “todas son iguales, lo peor la indiferencia del público”. Con poca esperanza en la mejora, sentenciaba con ironía: “Si atendemos al número de orejas, la temporada ha sido brillantísima”. “Ni toros, toreros, ni empresarios prestaron brillantez a la temporada del 70”, resumía Julio Urrutia, del diario Madrid, para quien “antes de un plan de desarrollo, la Fiesta precisa de uno que la estabilice: podía ser el rigor de la autoridad”. En su pesimismo estaba “el toro regordío por los piensos compuestos, el fraude del afeitado, la ausencia de revelaciones y una afición en minoría”. Tilu, de Dígame, era el único con cierto grado de optimismo, al destacar “el auge del rejoneo, la sorpresa de algunos novilleros y las 121 tardes de El Cordobés”; mientras que José Antonio Medrano, de Arriba, apuntaba que si la estadística podía dejar entrever una “temporada de altos vuelos, el toreo actual padece de monotonía de nombres y maneras que agrava el hastío de los aficionados”. Tampoco destacaban por la euforia las declaraciones de Rafael Campos de España, de Radio Nacional de España, para quien “la Fiesta necesita a gritos una nueva reestructuración, sigue siendo un espectáculo caro, pero con la desventaja de tener que competir con esta sociedad de consumo, lo que subraya mi opinión de un cambio de estructura”. Y como sus colegas resumía que la campaña “se ha desarrollado más o menos como las diez anteriores, las figuras fueron las mismas y no hay novedades”.