¿Puedo adoptar un gato de la calle?
Los gatos no solo dominan Internet; también se han ganado nuestros corazones. Un total de 3.795.000 gatos (Felis silvestris catus) viven en los hogares españoles, duermen en nuestras camas, y les mimamos cada día con las mejores comidas y juguetes, según el censo de 2019 de la patronal europea de fabricantes de alimentos para mascotas (Fediaf).
La mayoría de estos gatos caseros viven colmados de cuidados y queridos como un miembro más de la familia. Pero no solo vivimos rodeados de felinos caseros: también hay gatos que viven en la calle, en nuestros barrios, pueblos y ciudades. Algunos de estos gatos de la calle fueron una vez gatos caseros, pero se perdieron.
Otros fueron abandonados por las que consideraban sus familias humanas (un delito castigado por el Código Penal); y otros han nacido y crecido en la calle: a estos felinos los llamamos gatos ferales o gatos comunitarios, ya que su cuidado y protección es responsabilidad de los ayuntamientos. Y muchos de ellos (no todos) aun están socializados; es decir, hasta cierto punto siguen siendo gatos caseros, aunque vivan en la calle.
¿Cuántos gatos callejeros o comunitarios viven en España? No podemos saberlo con exactitud porque no hay un censo (una tarea pendiente de la futura ley de protección de los animales, que prepara la Dirección general de derechos de los animales).
Pero si extrapolamos un estudio británico, el porcentaje de gatos ferales, o felinos que viven en nuestras calles, y plazas ronda el 8% del total de mininos caseros. Esto significa que, además de los casi cuatro millones de gatos caseros, en España tenemos otros 303.600 gatos comunitarios que viven en la calle. Todos ellos pertenecientes a la misma especie: Felix silvestris catus.
Los gatos no nacen preparados para convertirse en gatos caseros y vivir cerca de las personas: nacen preparados para aprender a disfrutar de las personas y ser felices a su lado (y a lo mejor, también de otros gatos y otros perros); además de para lidiar con todos los estímulos y ruidos que implica nuestra vida casera. Lo importante es: nacen preparados para aprender.
Un gato casero feliz necesita disfrutar de la vida doméstica y, para ello, debe acostumbrarse a lidiar con sus estímulos: desde la televisión, el ruidoso secador de pelo o la aspiradora; y tolerar un cierto grado de confinamiento físico o total, si no va a tener acceso del exterior. También requiere disfrutar de las interacciones con otras personas (adultos y niños), así como aprender a sobrellevar situaciones como las visitas al veterinario.
Ahora bien: que un gato sea capaz de disfrutar de todos estos estímulos dependerá mucho de sus experiencias durante su etapa de cachorro; sobre todo, durante el llamado periodo sensible, que empieza a las dos semanas de edad y termina a las siete semanas (aproximadamente). Durante este periodo, un cachorro felino aprenderá de sus experiencias sociales (socialización) y de las experiencias de su entorno (a esto lo llamados habituación) cómo es el mundo.
Por eso, un cachorro felino que haya disfrutado de experiencias positivas con personas durante esa etapa, y que haya sido expuesto de forma cuidadosa a los diferentes estímulos, ruidos y situaciones que se encontrará en su vida casera; es decir, que haya tenido una correcta y temprana socialización y habituación, aprenderá rápidamente que la vida casera y sus peculiaridades no son algo que debe temer. Este cachorro felino se sentirá cómodo viviendo en casa con personas, y estará preparado para ser un gato casero feliz.
No solamente esto: un gato abandonado que vive en la calle o con un gato que se ha extraviado, puede volver a disfrutar de la vida casera; sobre todo si cuenta con la ayuda de un experto o experta en comportamiento felino acreditada. Y, por supuesto, un cachorro que nace en la calle, si encuentra una casa de acogida a tiempo, también puede aprender a disfrutar de la vida casera.
Como muestra un botón: mis siete gatos mimados y caseros fueron una vez gatos de la calle; como sucede con la inmensa mayoría de gatos españoles adoptados o rescatados.
Pero, ¿qué sucede cuando un cachorro no tiene la oportunidad de experimentar o de enfrentarse a todos estos estímulos? Entonces, no aprenderá que las personas o que el entorno doméstico y sus ruidos son parte de un entorno seguro. En otras palabras: no estará preparado para ser un gato casero feliz.
Por ello, muchos de los gatos que viven en la calle, en especial si han crecido sin contacto positivo con personas, podrían acabar viviendo una existencia de estrés, miedo y ansiedad en una casa. Y ello, lógicamente, implica un problema para el bienestar de estos gatos.
Para ellos, para esos gatos no socializados y que no son capaces de disfrutar de una vida casera, los expertos en comportamiento felino acreditados recomendamos un programa de Captura, Esterilización y Retorno (CER) a su territorio, como el que, por suerte, cada vez realizan más ciudades españolas (aunque aún queda muchísimo por hacer).
Estos programas mantienen con cuidadoras y cuidadores que los alimenten y que sean capaces de vigilar su salud y bienestar, con apoyo veterinario y financiación de las administraciones. Es el caso de los gatos de Cádiz, a los que sus cuidadoras acaban de dedicar un emotivo (y reivindicativo) documental, Colonia Los África
Para ellos, y para que estén seguros, también puede considerarse el encontrar un hogar con jardín o la construcción de un espacio externo apropiado donde estos gatos comunitarios puedan vivir con la tranquilidad que merecen. Son nuestros gatos, nuestros gatos de la calle; y están esperando esa ley nacional que los proteja a todos por igual.
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