Mina El Hammani: «Soñaba que tenía el pelo liso y al despertar y ver que lo tenía rizado, lo pasaba fatal»
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«Asumo que puedo gustar o no como actriz, pero para mí el talento es trabajo, perseverancia y amor. Yo le pongo mucho amor a mi trabajo porque lo respeto mucho. Si tuviera que buscar otro talento, diría que la puntualidad», bromea Mina, que asume que la fama es una consecuencia, no un objetivo en su vida: «Eso ser famosa llegó de golpe con ´Élite’, pero lo mío es vocación. Y todo me lo he pagado yo, porque mis padres no querían que me dedicara a esto y tampoco me podían ayudar económicamente. He hecho de todo (camarera, azafata de congresos...) para llegar aquí». ¿Es Mina una ‘influencer’? Por sus seguidores, indiscutiblemente: «La palabra abanderada no me gusta. Lo que tengo claro es que debo transmitir el mensaje de que cada persona haga lo que le dé la gana sin entorpecer el camino de los demás. Si puedo tener una voz, quiero aprovecharla». Como aprovechar para aclarar que «nunca he dicho que ya no quiera hacer personajes árabes», y matiza: «Lo que no quiero es que su único conflicto sea religioso o racista. Puedo hacer personajes más allá de los estereotipos». Mina, que acudió a terapia para aprender a gestionar la fama, ha montado una productora para afrontar un posible fracaso: «No pienso dejar mi destino en manos de la industria». Incluso ha debutado como directora: «He plasmado con mis actrices todo lo que he aprendido. Las he escuchado, no he impuesto nada para que se sintieran respetadas. Yo las jerarquías en un rodaje espero que acaben porque no las concibo». Y a esa conclusión ha llegado por su experiencia: «No soy un robot al que das una tecla y lloro o río. Es muy frustrante no poder aportar nada».
Complejo
De pequeña, Mina tuvo muchos problemas con su pelo: «No salía de casa sin alisarlo. Me tiraba dos horas con la plancha. Yo lo pasaba muy mal porque sentía que no encajaba en un canon de belleza. Era agotador. Yo soñaba que tenía el pelo liso y al despertar y darme cuenta de que no, lo pasaba fatal. Ya no. He asumido quién y cómo soy, pero porque me he pasado años hablando conmigo misma, haciéndome preguntas. Me he cuestionado todo hasta ganarme cierta seguridad. Eso es lo que yo llamo empoderamiento».
Mina tiene dos gatos: Makki, la estrella de su cuenta, y Mushi, que es más tímido. Sus seguidores conocen también a Horus, que posa mucho en sus ‘posts’, pero aclaramos que es de su madre. Con su gata incluso ensaya y le recita los textos para ver cómo reacciona. Su amor por los animales fue una de las razones que le llevaron a aceptar ser imagen de Guerlain, además del compromiso de la marca con el medio ambiente: «Para mí, la piel y el pelo son claves. Me gustan los maquillajes naturales, que no se prueban en animales. Y en el caso de los champús, más. He recibido otras ofertas y he dicho que no porque sus productos no me iban bien o me dañaban el cuero cabelludo».
La niña del Callejón del Gato
«Vivíamos en una casita bajita en el Callejón del Gato, en Majadahonda. Yo jugaba en la calle con mi hermana, mi madre nos vigilaba desde la cocina, con la puerta abierta. Se acercó un señor, que era fotógrafo, y le pidió permiso para hacernos la foto: yo, aferrada al biberón; mi hermana, tomando un yogur. Fue, en cierto modo, mi primer ‘book’». Mina le tiene cariño a esa imagen porque le trae muchos recuerdos. «De los inicios de mi vida, de cuando me llamaron al ‘casting’ de ‘Ana y los siete’, al que no pude ir, aunque esa espinita me sirvió para no abandonar mi sueño de ser actriz». Por lo que cuenta su madre, Mina era «una niña buena que no daba mucha guerra, muy tranquila, algo introvertida y estudiosa, aunque también era juguetona y siempre con una sonrisa». En eso, asegura, no ha cambiado: «Sigo siendo muy sonriente y agradeciendo todo lo que tengo». Como buena actriz, Mina es una mujer observadora: «Me encanta ir en metro y pasear mirando cómo actúa la gente. Juego a recrear de dónde vienen, qué les pasa, a qué trabajo van, si tienen familia... Me gusta imaginar su mundo. Ser empático es algo importante, más en esta sociedad que va perdiendo valores como el respeto o la tolerancia». Y como otras actrices, es tímida hasta el punto de sentir pánico a la hora de hablar en público: «No me gusta ser el centro, aunque resulte paradójico por mi profesión».