Resaca de Año Nuevo
Cuando un tren comienza a andar lo primero que se siente es un chirrido, una sacudida, un golpe, incluso un movimiento hacia atrás. Por eso el Madrid empezó regalando un gol en un fallo impensable en Militao. Ünal presionó con éxito, pero falló la concentración del defensa, que echa el primer borrón de la temporada.
A partir de ahí, los cansinos pasos del Madrid se quisieron aligerar, pero antes hubo unos momentos de estupefacción en los que el Madrid regaló algún balón más. Era el retorno de sensaciones olvidadas de inseguridad y rifa verbenera defensiva. Hacía tiempo que no se veía algo así.
Al paso alegre de Modric, con su ánimo de Asterix, el Madrid se entonó unos minutos, mejoró la fluidez de la pelota. Fue quemando los turrones de la modorra. Rodrygo enlazó por la izquierda una jugada que el 10 finalizó con tiro al larguero. El Madrid tocaba y tocaba sin terminar de entrar en el interior del Getafe. Era como si lo acariciase, como si lo abrillantase ritualmente, como los jugadores de bolos con la bola antes del lanzamiento. El encargado de hacer el gesto cunnilingual definitivo a la bola, el gesto de John Turturro en El Gran Lebowsky, tenía que ser Benzema, por supuesto, pero bajaba mucho y sin Vinicius podía cazar menos fútbol residual. Era Modric el que hacía lo mejor, con algunos pases que sí se adentraban en el bosque getafense y encontraban claros en su interior. Modric era como un cervatillo descubriendo aquí y allá espacios de claridad iluminados por un rayo de sol.
Pero ese juego como a saltitos felices de Modric, tras una ráfaga, se fue apagando. El Getafe parecía una alternativa a Amazon porque repartía con bastante eficiencia: pequeñas faltitas que interrumpían el ya de por sí poco fluido juego del Madrid. Ese inteligente obstruccionismo, su 5-3-2 bien dibujado y el orden incuestionable terminaban de explicar la comodidad de los locales.
Un sistema es como una pirámide poblacional: en el Getafe se veía la pirámide, la fuerte base, la salud social; en el Madrid la base y la media se debilitaban y la pirámide se invertía en una delantera muy poblada y sin espacios.
El Madrid necesitaba más y Alaba quería sumarse, lucir su capacidad constructiva. Se echaba de menos a Vinicius, toda su participación en el juego, que va mucho más allá del gol y la asistencia. Por la otra banda, Asensio y Lucas (ninguno en su sitio) volvían a dar un concierto de evasión e irrelevancia. Lo de Asensio era especialmente irritante porque además actuó siempre contra el espacio, contra la amplitud, contra la superación y la claridad. Todo hacia dentro, todo previsible, ¡desesperante pelotero!
El chorro de fútbol modriciano duró lo que duró y el Madrid fue hundiéndose en el sopor hasta el descanso. Era muy pegajoso el Getafe, azulón, industrial, plástico y recicable, como un buen material. Le animaba además el resultado.
Ancelotti sacó en la segunda parte a Marcelo y Hazard, que con sus perfiles amables y navideños y su 'jojojo' de Papá Noeles tendrían poco efecto. Esperar a Hazard es como esperar la resurrección de Elvis o algo así.
El Getafe vio la primera amarilla en el minuto 55 (Damián). La economía de la amonestación la manejaron. Hubo concentración general en el equipo, pocos errores. El Getafe no sufrió más e incluso llegó a tener la pelota. En el Madrid había atonía y Ancelotti sacó a Mariano, para probar la variante aérea, con Benzema y Hazard por detrás. La banda le quedaba a Marcelo, que tuvo unos minutos de protagonismo. Protestó un agarrón en el área (existió, mas leve) con algún buen centro. Casemiro remató uno desde fuera, el gran recurso ofensivo del Madrid, pero Soria paró con clase. El portero estuvo acertado con un par de intervenciones que remataron la labor del equipo.
Tampoco lo de Mariano resultaba, así que Ancelotti sacó a Peter (la ilusión) y a a Isco (la desesperación). Isco y Hazard parecían dos planetas blanditos flotando en un cosmos singular, y Peter Federico hizo más en un rato que la mayoría de sus compañeros en todo el partido: regateó por fuera, desbordó, quiso superar al otro y lo consiguió.
Siete minutos de descuento hubo, como si el árbitro hubiera contabilizado todas las interrupciones getafenses, pero el Madrid no asedió ni insistió. Soria le paró un cabezazo a Isco (imaginemos qué tipo de cabezazo pudo ser, un poco azaroso, un poco a ojos cerrados) y el Getafe se impuso sin padecimientos a un Madrid carente de espíritu.
Es normal que cuando se consigue un gran objetivo, el cuerpo se relaje. El Madrid viene de una gran racha de resultados. Paró al borde del cansancio, satisfecho y ahora se tiene que reponer a ese parón. Ya conoce Ancelotti lo que es ver desfondarse a un equipo, ya conoce la psicología del desmoronamiento y se impone un segundo rearme mental en enero. En las temporadas, el cambio de año es como girar el cabo de Hornos. Cambia algo en la singladura. Se habla poco de ello, pero suele tener más efectos que los ‘virus Fifa’.