Juntos por el Cambio y el dilema de los liderazgos compartidos
La semana pasada la mesa nacional de Juntos por el Cambio tuvo su primera reunión luego de que se implementaran algunos cambios en su conformación. Si bien en la agenda del día se discutieron temas como el consenso fiscal o la fallida sesión en donde se trató Bienes Personales, por lo bajo todos tejen sus estrategias hacia el año que viene. Varios tienen aspiraciones presidenciales, pero los caminos que cada uno imagina hacia 2023 son diferentes.
Desde que dejaron el poder en 2019, casi todos coinciden en la necesidad de ampliar la coalición. Esto se vio en las últimas elecciones, en donde se incorporaron varias figuras -Facundo Manes, Ricardo López Murphy, Carolina Losada, Margarita Stolbizer, por ejemplo- que antes no estaban.
Pero esa incorporación de nuevos actores genera también la posibilidad de mayores conflictos. A más heterogeneidad, más dificultad de preservar la unidad, valor que hasta el momento se pudo resguardar.
De esta forma, las estrategias de varios de los principales líderes no son similares. Horacio Rodríguez Larreta desde hace tiempo aparece como un número fijo para la competencia presidencial, más allá de que no lo haya reconocido en público. Claro, es consciente del riesgo que esto supone: cualquiera que asome la cabeza puede ser el flanco único de los ataques, además de sufrir un desgaste desmedido cuando todavía faltan 21 meses para las elecciones.
De esta forma, Rodríguez Larreta seguirá con su andar actual, con privilegio sobre la gestión local y tratando de evitar conflictos, tanto internos como externos. Los "números puestos" no son los que suelen llegar a la Casa Rosada. Así lo muestra la experiencia desde el retorno de la democracia: Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Néstor Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández, los que iniciaron nuevos ciclos políticos, no eran los favoritos a falta de más de un año de los comicios que los vieron vencedores.
Mientras que Rodríguez Larreta prefiere esperar y apuesta a la moderación -cree que en el centro del espacio político se puede ganar la elección y obtener apoyos para gobernar-, Patricia Bullrich y Mauricio Macri no quieren desatender al núcleo duro. Los halcones coquetean con quienes están a la derecha del PRO y tienen en la mira a quienes optaron por José Luis Espert y Javier Milei en noviembre pasado.
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El que no tiene problemas en confrontar cuando es necesario es Gerardo Morales. Menos aún esconde sus deseos de llegar a la Casa Rosada. El gobernador jujeño, el más peronista de los radicales, no ha tenido problema en sentarse y acordar tanto con Alberto Fernández como con Rodríguez Larreta cuando lo creyó necesario.
Pero tampoco ha ahorrado fuertes críticas a ambos. Relativiza el éxito de la gestión porteña, ya que cree que la disponibilidad de recursos entre las jurisdicciones es abismal. Le ganó la pulseada a Martín Lousteau para conducir al radicalismo y está envalentonado.
En medio de estos apellidos con larga trayectoria, Facundo Manes también cuenta sus porotos. Decidió finalmente lanzarse de la mano de la UCR e hizo una elección que superó varias expectativas. Llegó casi al 40% en la interna contra Diego Santilli y fue clave para que Juntos derrotara al Frente de Todos en las generales.
A Manes no le interesa ser gobernador, sino presidente. El neurocientífico vive una paradoja: tiene un alto nivel de conocimiento y una aceptable imagen debido a sus actividades no políticas. Cuanto más se transforme en político para dar esa pelea, más pone en riesgo su capital obtenido en otros ámbitos.
Mientras tanto, Juntos por el Cambio cuenta con una conducción colegiada, en donde son varias las voces de peso pero ninguna se impone sobre el resto. Lo que se ha esgrimido como una crítica, que no haya "un liderazgo único en la oposición", puede ser a la vez un activo: más voces que representen a públicos distintos.
Lo que nadie pone en duda a esta altura es en que el que desee ser el candidato a presidente deberá pasar antes por una primaria competitiva. Si serán por partido -el PRO contra el radicalismo, por ejemplo- o "mezcladas", con dirigentes de distintos espacios en cada lista, está por verse.