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La sombra del coronavirus es demasiado alargada. A imagen y semejanza de la intensidad con la que Ómicron ha vuelto a entregar un papel protagonista a la pandemia, esta variante está inevitablemente haciendo estragos en el deporte profesional europeo. Un reflejo de ello es la Serie A italiana: ayer, cuatro partidos de la jornada 20 tuvieron que ser suspendidos por varios brotes en el Bolonia, el Udinese, la Salernitana y el Torino, mientras que otros equipos que también están sufriendo el paso del virus por sus plantillas, como el Nápoles, compitieron diezmados en el día de ayer. Además, los brotes en los equipos más afectados no cesan y ya se han cancelado tres encuentros del próximo domingo (el Cagliari-Bolonia, el Torino-Fiorentina y el Udinese-Atalanta).
Mientras tanto, la Serie A, tratando de cerrar la hemorragia de suspensiones, se reunió de urgencia el pasado cinco de enero para aprobar que los equipos que tengan 13 jugadores sanos (incluido un portero) entre el primer equipo y el filial estarán obligados a competir. Sin embargo, las intenciones de la liga italiana entran en conflicto con las medidas de las autoridades sanitarias (de ámbito regional) que por norma general son mucho más restrictivas.
Por ejemplo, las autoridades del Friuli impidieron que el Udinese viajara a Florencia, lo mismo que le ocurrió al Torino, que no pudo acudir a su cita en Bérgamo. El Venecia y el Inter, viajaron respectivamente a Salerno y a Bolonia aunque de antemano sabían que no iban a competir. Este desconcierto entre gobierno y Lega deja un paradigma complicado: los equipos a los que las autoridades no le permiten competir pierden sus encuentros 3-0 y deben presentar un recurso para que la competición pueda anular el resultado administrativo y fechar un nuevo día para la disputa del partido (como ya ocurrió la temporada pasada en un Juventus-Nápoles).
El Nápoles podría ser sancionado
Precisamente, de nuevo un Juventus-Nápoles estuvo envuelto en una ardua polémica en torno al coronavirus. El Nápoles, como ya ocurriera en el curso pasado, aterrizó en Turín con las bajas de Mario Rui, Osimhen, Hirving Lozano, Malcuit y Meret por el virus, además de Koulibaly, Zambo Anguissa y Ounas, que estaban convocados con sus respectivas selecciones para la Copa África. Además, al llegar a la capital del Piamonte, las autoridades sanitarias sureñas señalaron que Lobotka, Zielinski y Rrahmani no podían competir ya que debían guardar cuarentena tras haber estado en contacto directo con varios positivos (sus compañeros), no tener inoculada la tercera dosis de la vacuna y haber pasado más de 120 desde que les inyectaran la segunda dosis.
Sin embargo, el conjunto de la Campania desobedeció tales indicaciones y alineó a los tres futbolistas alegando que se ajustan al protocolo establecido por la federación italiana de fútbol en junio de 2020, que permite a las personas no vacunadas poder desplazarse de su casa al trabajo, siempre que presentaran un test negativo realizado dentro de las 48 horas previas al partido. Los tres futbolistas dieron negativo en la previa del encuentro y a eso se aferra el club napolitano.
Al partido, en el que tampoco estaba su técnico Luciano Spalletti (dio positivo a última hora), el Nápoles se presentó con solo 13 jugadores del primer equipo (solo once jugadores de campo). Y pese a todo, el equipo sureño consiguió un valioso empate a uno ante una triste Juve que le permite seguir en la lucha por el Scudetto. Son terceros a seis puntos del líder, el Inter.