Ulises Fútbol Club contra el Deportivo Proust
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Este 2022, año segundo después de la pandemia y el número cien tras la muerte del francés y la publicación de la novela de Joyce, los bienaventurados lectores volverán al graderío de la relectura y el hallazgo. Desde reediciones de ‘En busca del tiempo perdido' (1913-1927), recuperaciones de la biografía del francés o la próxima publicación de su correspondencia en Acantilado.
En lo que a Joyce respecta, se avecina fanfarria en Irlanda y euforia entre los caballeros que conforman La Orden del Finnegans, una hermandad creada por el novelista Eduardo Lago y el editor Malcolm Otero Barral en Dalkey, a las afueras de Dublín. Se unieron después Enrique Vila Matas, Marcos Giralt Torrente, José Antonio Garriga Vela, Antonio Soler, Jordi Soler y Emiliano Monge. La principal obligación de tan excelsa orden es asistir cada 16 de junio a la capital irlandesa para celebrar el Bloomsday.
Fastos aparte, el centenario del Ulises y la conmemoración de la muerte de Proust permite resituar el lugar que ocupan ambos en la alacena literaria. Para transcurrir en apenas un día, a el 'Ulises' se le dedica a veces media vida para descifrar sus juegos y ya ni hablar del goce de leer las descripciones del campanario de San Hilario, «hundido como un almohadón en el cielo pálido» del que escribe Proust en ‘Por el camino de Swan’. Puede que a la de Fresán le lluevan refutaciones o réplicas, incluso hilos de Twitter con los cuales amortajar a quien osa homologar la fundación de la modernidad literaria, Proust y Joyce, con un clásico de fútbol. Pero es que lo son.
Se equiparan y se emparentan ambos en el espectáculo de la prosa y la gimnasia del lenguaje. A Proust y a Joyce le deben los lectores y autores del siglo XX el abrevadero de una nueva forma de narrar, el vaso de agua que nunca se agota, la magdalena que no se endurece y esa despensa que Joyce surtió con toda clase de adjetivos. Sea como sea, y puestos a elegir, si hubiese que hacerlo, en el clásico literario Ulises Joyce Club de Fútbol contra el Deportivo Proust sólo nos queda, al menos a quienes aprendimos a leerlos por vía intermedia, pedir a Enrique Vila-Matas que sirva de árbitro y a Fresán de linier.