El año de la Salud
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Hoy, en la genuina Epifanía en la que la gloria de Dios se da a conocer al mundo, se inaugura el año de la Salud, a la que hemos apelado durante tantos meses, justo cuando el virus ha vuelto a tambalear los nuevos cimientos tras la vacuna. Sevilla ha reactivado la clepsidra que va marcando las horas por medio del agua, como un molino que ha vuelto a funcionar tras un largo tiempo de sequía. Por eso, Salud es la advocación más extendida de toda Sevilla, junto con la Esperanza. Hasta once hermandades de la ciudad rinden culto a imágenes con este nombre: el Señor de la Salud y Remedios de Bellavista, la Virgen de la Salud de San Gonzalo, el Señor de la Salud y Buen Viaje de San Esteban, el Señor de la Salud de la Candelaria, el Cristo de la Salud de San Bernardo, el Señor de la Salud de los Gitanos, el Cristo de la Salud de Montesión, el Cristo de la Salud de la Carretería, la Virgen letífica de la Salud del Sol, la de la Salud del Santo Ángel, el Nazareno de la Salud de la Sacramental de San Pedro y la Virgen de la Salud de San Isidoro.
La advocación se extendió por la ciudad a lo largo de los siglos XVI y XVII, coincidiendo con la creación de numerosos hospitales, tras el descubrimiento de América, a lo largo de la ciudad. Las imágenes más antiguas que llevan este título en la capital son la Virgen de la Salud de San Isidoro y el Cristo de la Salud de la Carretería. Este último, un imponente crucificado atribuido a Francisco de Ocampo, tomó el nombre del origen hospitalario de la corporación, fundada en el hospital de San Andrés de los Toneleros, en el barrio del Arenal, en las inmediaciones de la actual capilla, donde residió hasta 1587. Es decir, que cuando el Cristo se incorporó a la cofradía, la hermandad ya no residía allí pero mantenía las raíces con la salud.
El Cristo de la Salud de San Bernardo
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Juan Flores
Las imágenes de San Bernardo y los Gitanos desaparecieron en la Guerra Civil, pero dejaron un poso enorme hasta el punto de que, por esta última, los titulares de la Candelaria y de San Esteban adoptaron la misma advocación. En el caso de la de San Nicolás, al marcharse el Nazareno atribuido a José Montes de Oca se quedó un hueco vacío que se rellenó trayendo desde la Magdalena a la actual imagen, que perteneció a la Antigua y Siete Dolores. De la devoción que tenía la Salud en la feligresía, surgió la hermandad de la Candelaria. Fue José Ruiz Escamilla, un vecino de la calle Guardamino más conocido como Pepe el Planeta, quien impulsó la fundación de la corporación que en 2021 cumplió su primer centenario. Al Señor de la Salud de la Candelaria se le atribuye la curación milagrosa de la hija del fundador. El Planeta, desesperado, se plantó en San Nicolás, se arrodilló ante el Nazareno y le dijo: «Señor, no hay más médico que tú. Si tú quieres, pon buena a mi niña…». Y le escuchó. La niña, de nombre Pepita, sanó a los pocos días.
El antiguo Señor de la Salud de los Gitanos
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ABC
El Cristo de los Gitanos también regaló la advocación al titular de la hermandad de San Esteban, fundada sólo cinco años después que la de la Candelaria. En aquella iglesia se veneraba al Cristo de la Ventana, al que los viajeros que salían por la puerta de Carmona imploraban por un Buen Viaje. La tradición oral dice que el nombre le viene porque los sevillanos le pedían ‘Salud y Buen Viaje’, pero la realidad es que tomó el mismo título que el Nazareno de los Gitanos, que residió más de 20 años en aquella iglesia.
En San Bernardo, el actual crucificado tomó el mismo nombre que el que fue destruido por los propios vecinos del barrio la tarde del 18 de julio de 1936. La devoción al Cristo de la Salud en el arrabal viene desde el siglo XVIII, cuando se fundó allí la cofradía de Nazarenos. A partir de ahí, con las citadas imágenes recibiendo culto en Sevilla, fueron surgiendo las demás hasta formalizarse como la advocación más extendida de la ciudad.
Los hospitales
La vinculación entre las hermandades y la Salud viene desde el origen de las mismas ya que muchas de ellas se crearon bajo los muros de un hospital o de una orden religiosa. Así, al igual que la Carretería en el siglo XVI, desde la Baja Edad Media (siglo XIII) comenzaron a cobrar importancia las asociaciones que ayudaban a los enfermos, como la de la Virgen de los Reyes o la de los Ángeles, esta última en el siglo XIV, fundada en el hospital de negros en 1393, y que dio origen a la actual hermandad de los Negritos.
En el siglo XV, se levantó el Hospital de la Hiniesta al lado de la parroquia de San Marcos, en 1480; o el de Santa Brígida, regentado por la hermandad de Santa Justa y Rufina, embrión de la actual cofradía de la O. En aquellos tiempos también existían ya las hermandades de Jesús Nazareno -que realizaba su estación de penitencia al Hospital de San Lázaro, donde se fundó la hermandad del Cristo de la Humildad y Paciencia, años más tarde fusionada con la de la Cena- y la del Cristo de la Sangre.
Tras el descubrimiento de América y la superpoblación de la ciudad, se crearon otros centros de asistencia sanitaria: el de Mediadores de la calle Alhóndiga, el de San Andrés (actual capilla de los Panaderos), el de los Mulatos en San Ildefonso o el de San Isidoro (que dio origen a la advocación de la patrona de la Costanilla), el de la Santa Cruz de Jerusalén (Santo Ángel), Amor de Dios o el de las Cinco Llagas. En la otra orilla del río, en Triana comenzaron a funcionar el de los Negros, el de la Encarnación (donde se fundó la hermandad de San Benito) o el de Los Calafates. La mayoría de ellos desaparecieron con la reducción de hospitales del año 1587.
El Gran Poder entrando el pasado 5 de noviembre en el Hospital de San Juan de Dios
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Raúl Doblado
Sin embargo, el carisma hospitalario estaba tan arraigado en la ciudad que siguieron fundándose centros de atención a los enfermos, como el Hospital de la Caridad, levantado por Miguel Mañara y que regenta hasta ahora la hermandad de la Santa Caridad, que es el ejemplo más paradigmático de la vinculación existente entre este tipo de corporaciones religiosas y la función sanitaria.
La pastoral de la Salud
Las hermandades de Sevilla siempre han tenido una fuerte vinculación con la sanidad. Las Sacramentales llevaban a cabo las procesiones de impedidos para llevarles la comunión a los enfermos en sus propias casas o residencias. Por otro lado, los grandes hospitales de Sevilla y asilos pasaron a llevar por nombre las advocaciones más importantes: el Virgen Macarena, el Virgen del Rocío, el sanatorio Jesús del Gran Poder, el Hogar Virgen de los Reyes, el hospital Esperanza de Triana…
El Cristo de la Sed en San Juan de Dios
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EFE/ Raúl Caro
Por otro lado, en los últimos años han sido varias las hermandades que han levantado centros de atención de enfermedades, como son los casos del Buen Fin, con el de Estimulación Precoz; o la Esperanza de Triana, con el de Apoyo Infantil. También, las cofradías han mantenido fuertes lazos de unión con las residencias de ancianos de su entorno, como son los casos de San Gonzalo, con el geriátrico de la avenida de Coria; o San Benito, con la residencia de las Hermanitas de los Pobres.
En cuanto a las iniciativas, son innumerables las colaboraciones entre las hermandades y los centros sanitarios. La Macarena, por ejemplo, comenzó llevando a los armaos al Virgen del Rocío la tarde del Jueves Santo para visitar a los niños con cáncer y ha terminado impulsando la construcción del ‘Balcón de la Esperanza’, un espacio al aire libre destinado a los pacientes de la UCI del Virgen Macarena procurándoles de esta manera beneficios sobre su salud acompañados de un familiar.
Otras, como los Gitanos, se han vinculado a la donación de órganos. La Virgen de las Angustias es la patrona de los donantes, una iniciativa que nació del cartel de la Semana Santa de 2008, de Emilio Díaz-Cantelar, que dedicó a la Amargura y donde ‘encendió’ el primer cirio de la candelería por las personas generosas que a su muerte regalan sus órganos, y que han seguido infinidad de cofradías.
Ahora, cuando una pandemia ha rescatado aquella frase que Pepe el Planeta le imploró al Señor de la Salud de la Candelaria, las hermandades de la ciudad han recobrado ese carisma hospitalario, ayudando con la fabricación de mascarillas y ayudando a las autoridades sanitarias cediendo sus instalaciones para los enfermos y para la vacunación tanto del Covid como de la gripe.
La Macarena, en el hospital de las Cinco Llagas en 1937 - ABC
La leyenda de la Macarena
La legendaria historia de la Macarena se inicia con la llegada de un viajero italiano a Sevilla, que iba a embarcarse hacia las Indias, pero enfermó antes de subirse al barco. Fue trasladado al antiguo hospital de las Cinco Llagas, donde falleció sin testamento alguno y sin que nadie reclamara su cadáver. Al año siguiente, el hospital decidió apropiarse de las pertenencias del misterioso viajero. Abrieron su maleta y allí apareció la mascarilla y las manos de una hermosa imagen de la Virgen.
Cuenta la leyenda popular que tuvieron que ser las monjas del hospital quienes se hicieron cargo de la Virgen, que por falta de espacio en la capilla del sanatorio quedó guardada sin recibir culto.
Una hermandad recién fundada en el cercano templo de San Basilio, en el siglo XVI, y que tenía como titular al Santo Crucifijo, tenía la idea de adquirir una imagen para que llevara la advocación de Esperanza. Fue así como, según cuenta la tradición, miembros de la corporación conocieron a la preciosa imagen que guardaban con celo las monjas. Dio la casualidad que, por aquellos tiempos, al hospital le hacía falta un reloj con campanas. Al enterarse de ello la hermandad, les propuso cambiar la Virgen por un reloj que recientemente le habían donado al convento. Lo aceptaron, pero bajo una premisa irrompible: si la Virgen volvía a entrar alguna vez en el hospital, actual Parlamento, de allí no volvería a salir.
Durante cientos de años, la hermandad respetó ese pacto no escrito y nunca más volvió al hospital… hasta el año 1937. Aquel Viernes Santo, aunque la Virgen entraba en la Anunciación por la quema de San Gil, la hermandad decidió ir hasta el hospital, donde recogió a varios militares heridos, que se incorporaron al cortejo y la acompañaron de vuelta al templo universitario. Se incumplía entonces el mítico acuerdo, pero la Virgen siguió perteneciendo a la hermandad.