Los radicales
Periodista mexicano especializado en asuntos internacionales
El lunes pasado en la mañanera, mientras el presidente López Obrador manifestaba evidentes síntomas, nuevamente y sin saberlo, por Covid-19, al mismo tiempo confrontaba la postura de Ricardo Monreal, respecto a que los radicales de Morena dañarían a México.
Inmediatamente se abrieron dos debates, el primero sobre la irresponsabilidad y salud del presidente, y el segundo, sobre el papel que está jugando Ricardo Monreal en la sucesión presidencial de 2024, al colocar una verdad sobre la mesa: que Morena está dividida entre radicales y moderados. Incluso muchas voces van más allá, y a los radicales les llaman “Talibanes”.
No es nuevo este debate. Desde que se fundó el PRD en 1989, aglutinó a diversas corrientes de izquierda que buscaron imponer distintas iniciativas ideológicas, que iban desde las que impulsaban el fortalecimiento de las instituciones del Estado mexicano y la creación de más vías para robustecer la democracia, hasta aquellas que defendían los movimientos armados, ya que, según ellos, sin las armas no se podían dar los cambios que necesitaba México.
Tiempo atrás, esas mismas corrientes escenificaban acalorados debates en las facultades de ciencias políticas con el “Manifiesto (del Partido) Comunista” y “El Capital” en mano. Se prohijaban las frases de Marx para darle sentidos a sus argumentos. El comunismo y el capitalismo eran los temas que trasnochaban a muchos de aquellos jóvenes que hoy son activos inamovibles de la 4T.
Se sienten que son “el movimiento” y que sin sus voces y acciones la cuarta transformación no existiría. Pero ya hemos visto más de una vez cómo recicla la cruel historia a los movimientos políticos. Claro ejemplo es la caricaturesca estampa que representa, hoy día, el PRD.
Ese PRD de 1989 y Morena de 2011 han tenido a dos personalidades que, además de liderazgo, han sido grandes generadores de votos y de estructuras de poder en México: Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador.
No obstante, fue con López Obrador en 2006 y 2012, aún bajo las siglas del PRD, con quien se dio el fenómeno de que candidatas y candidatos, por docenas, ganaban elecciones al por mayor por el impresionante arrastre del líder, a pesar que él perdía una y otra vez. Se acomodaban en curules o alcaldías y se sentían los elegidos y dignos partidarios de lucha. Eso sí, mientras seguían (y siguen) hablando de comunismo no se perdían sus jugosas quincenas.
Los existentes radicales gozan del dinero que les da el erario y de la ideología que les dejó el contradictorio pasado. Ahora hasta crean empresas desobedeciendo la moral de Marx, aunque aún cuelguen pósters de él en sus despachos. López Obrador conquistó la silla presidencial en 2018 y con ello fortaleció las estructuras reales de poder. Muchos de esos radicales siguen creyendo que sin su inmaculada lucha social, la transformación no se hubiera dado, pero nada más lejano de la realidad, sin una figura como la de AMLO difícilmente hubieran trascendido.
Ser “radical” tiene varios significados. Uno puede ser lo “relativo a la raíz”, pero también a quien es “partidario de reformas extremas”, o bien, cuando alguien es “tajante o intransigente”. El radicalismo, además, se puede ampliar y transformar y puede ser peligroso si a esa raíz, le salen espinas.
La pregunta es ¿qué tipo de cambio requiere México para este siglo? Todas las corrientes ideológicas buscan trascender o transformar, no obstante, existen aquellas que se arraigan a un pasado anacrónico, a extremos peligrosos o a ideas desorientadas.
Si bien es cierto que muchos de los fundamentos del capitalismo han fracasado rotundamente, como ha sido la promesa de reducir la desigualdad social, también es cierto que se requiere de una nueva apuesta que genere “desarrollo” a partir de los inmensos problemas con los que navegamos este siglo XXI, sin añoranzas del pasado y autocrítica del presente.
Ese mismo lunes por la tarde el mismo presidente confirmaba su contagio a pesar de que supuso que era una gripa común. El error le costó críticas por no seguir los protocolos básicos, aislarse ante cualquier síntoma, por no usar cubrebocas en la mañanera y dejar pasar tiempo importante antes de hacerse la prueba. Las redes sociales se incendiaron y nuevamente los radicalismos se hicieron presentes. Esos que hoy día, bajo cualquier postura ideológica, dañan al país.