De los aplausos a los tribunales
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Me he ido por las ramas antes de empezar, pero no les voy a hablar de campo, no. Les voy a hablar de cansancio y de cuidar a los amigos. Sobre todo, si uno depende de ellos que, aunque suene un poco egoísta, es lo más inteligente.
¿Se acuerdan de los aplausos a los profesionales de la salud en los primeros tiempos del confinamiento? Por aquellas épocas me vi venir que lo de la saturación de los homenajes, que no estuvieron mal, pero que se quedaban cortos. Me daba la sensación, ya que hoy tiro de refranero, que era un poco de «mucho te quiero perrito, pero pan poquito». Me vi venir lo que acabaría pasando y por aquellas épocas, en estas páginas publiqué una Pica en Flandes que fue aclamada y odiada por igual. «De luto por el coronavirus» se titulaba.
Al final se acabaron los aplausos, pero todo el personal sanitario siguió pasándolo igual de mal que al principio mientras los demás, de una u otra manera seguimos adelante con nuestras vidas gracias a ellos. Para hacer honor a la verdad, al principio de la pandemia lo pasaron peor. Luego llegó la saturación de trabajo en hospitales y centros de salud, pero los primeros días fueron terribles.
Recuerdo una conversación con dos enfermeras en la puerta de urgencias de un hospital. Me enseñaban a ponerme la mascarilla y los guantes para que yo estuviera protegido. Ellas se protegían como podían. Y mucho, no podían. Vi bolsas de basura que se convertían en protecciones, gafas de bucear que se marcaban hasta la llaga en la cara, vi mascarillas que se lavaban con alcohol para volver a ser usadas… en fin, que las cosas no eran como debían ser. Claro, tampoco hemos de perder de vista que todo estaba sobrepasado. Todo. Los profesionales de la salud y la Administración, porque el bicho nos estaba pasando por encima a todos.
No hace falta recordar cómo eran las cosas entonces. Algunos aún no dormimos bien, pero el caso es que la cosa acabó en los tribunales y un sindicato médico llevó el tema de la falta de material de protección por la vía penal. La cosa se complicó y pasamos de los aplausos a los tribunales en pocos meses que, una cosa es la entrega y el heroísmo, y otra los derechos laborales y la protección de la salud. De la vía penal pasó a la social y, al final la Generalitat ha sido condenada a indemnizar a un buen grupo, 154, de sanitarios alicantinos.
Son cantidades que van de los 5.000 a casi los 50.000 euros por falta de material de protección durante la primera ola del coronavirus. La noticia, y la sentencia, no me sorprendieron. La sorpresa vino después, cuando vi que la Generalitat recurre el fallo judicial. El Presidente Puig pide disculpas a los profesionales, lo cual le honra, y respeta el fallo de juzgado, pero lo recurre. Siempre intento entender la posición de todo el mundo en un ejercicio de racionalidad, pero no sé si este recurso en lo más adecuado.
Tal vez la sentencia podría abrir la puerta a un sinfín de demandas, tal vez, y la Administración se protege de un buen roto económico, pero tal y como va la sexta ola, con los centros de salud a tope de trabajo y con la Atención Primaria al borde del colapso, por no hablar de la presión del personal de los hospitales, vuelvo a pensar que, a lo mejor, lo mejor era acatar y pagar. En aras de la paz social, del bien de la comunidad y a modo de reconocimiento de quienes lo dieron todo, y lo dan, en las peores épocas de la pandemia.
Más allá de la cuestión legal, esta situación nos vuelve a poner frente al espejo y, al mirarnos en su reflejo, veo la necesidad de una reforma en profundidad de nuestro sistema sanitario para reforzar, con todos los medios posibles, una de esas cosas que realmente importan. El esfuerzo ha de ser de la administración como lo ha sido de los profesionales. Nos va la vida en ello.