El milagro que provocó la mayor represión contra la Iglesia en la Europa comunista
Contaba el enviado especial de ABC, Luis Calvo, que desde que llegó a Praga durante la famosa revolución primaveral de 1968, no paraba de «escuchar de refilón», en leves susurros de checoslovacos asustados, el nombre del padre Toufar. Cuando por fin empezó a preguntar por él, la mayoría de las veces tan solo encontraba por respuesta una advertencia, y después el silencio: «De eso no hable usted con nadie. Asunto peligroso. El padre Toufar desapareció. Eso es todo lo que puede saberse». Algunos aludían al párroco como «un misterio del régimen caído, en el que va a encontrar muchas versiones, pero nunca sabrá la verdad».
Tras dos décadas de asfixia bajo la dictadura comunista, la Primavera Praga fue como un balón de oxígeno para muchos checoslovacos durante los seis meses en que duró aquel sueño de libertad antes de que fuera aplastado con la invasión del país por parte de la URSS y otros miembros del Pacto de Varsovia en agosto. Un período en el que se produjo una descentralización parcial del régimen socialista y ayudó a que muchos jóvenes perdieran el miedo a responder, por ejemplo, a las preguntas de Calvo sobre el misterioso personaje: «El del padre Toufar es un crimen que tendrán que esclarecer cuanto antes. Fue un mártir».
Josef Toufar se hizo clandestinamente célebre entre los checoslovacos por ser víctima de las torturas de los estalinistas, entre finales de 1949 y principios de 1950, por el simple hecho de no renegar de un supuesto milagro acaecido en su pequeña iglesia de Cihost, un pueblo de 300 habitantes a menos de cien kilómetros de Praga. Un suceso aparentemente menor que, sin embargo, provocó que el recién instaurado régimen comunista iniciara la represión contra la Iglesia a unos niveles mucho más feroces y perversos que, incluso, los perpetrados en otros países del Bloque del Este.
La represión
El gobierno checo había roto relaciones con el Vaticano y las misas se celebraban bajo el estricto control del Estado. Para supervisarlas, los comunistas habían creado un grupo de clérigos infiltrados en la Iglesia, llamado «Pacem in terris», que delataba a los compañeros que se salían de los preceptos marcados por aquel régimen títere de Stalin. Más de 6.000 sacerdotes pasaron al menos cinco años en prisiones y campos de trabajo. Muchos bienes eclesiásticos fueron confiscados y las escuelas iniciaron el adoctrinamiento de los niños en contra de la religión. Esa es la razón de que, actualmente, un 72% de la población de la República Checa sea atea, según el informe ‘Pew Forum’ de 2017.
El primer episodio del ‘milagro de Cihost’ se produjo el 11 de diciembre de 1949. El padre Toufar se encontraba predicando en el púlpito de su pequeña iglesia cuando la cruz del altar empezó a moverse. El párroco aseguró que él no se percató porque se encontraba de espaldas, aunque dijo que sí percibió los gestos de sorpresa de sus feligreses. Los testimonios recogidos por Calvo en Praga hablaban de cómo «el crucifijo oscilaba con movimientos isócronos [que tienen la misma duración] de izquierda a derecha». Y añadía: «El hecho fue real, visto con pasmo y terror desde todos los rincones de la iglesia. Los fieles, abatidos por el milagro y enervados por la razón y el albedrío, vislumbraron la mano de Dios conminatoria. La noticia voló por toda la comarca, irradiando sensaciones de espanto o de consuelo».
El mismo suceso se repitió durante la Santa Eucaristía del 25 de diciembre. El padre Toufar le escribió una carta a otro sacerdote, Jon Dvorak Kresini, fechada el 12 de enero de 1950, en la que incluía un dibujo de los movimientos del del crucifijo y le explicaba así lo sucedido:
«Lo vieron 19 testigos de entre 10 y 45 años de edad, entre los que había varios hombres. Dos eran muy moderados en lo religioso y uno casi no era creyente. Todos estaban sanos y eran normales. Había también un estudiante. Los testigos me explicaron lo que vieron. No hubo ningún tipo de sugestión ni ilusión óptica. [...] Yo no lo vi ni lo oí hasta el día siguiente, cuando lo sabía toda la parroquia y las aldeas de alrededor. Si no lo vieron todos fue porque los feligreses me estaban mirando a mí, que predico bastante rápido».
Las torturas
La noticia se difundió rápidamente dentro y fuera del país, hasta el punto de que el supuesto milagro fue contado en la revista ‘Time’. La historia llamó la atención de las autoridades comunistas y llegó hasta el despacho del presidente Klement Gottwald, que estaba inmerso en su campaña para acabar con la influencia de la Iglesia en Checoslovaquia. Pocos días después, Toufar recibió la primera visita de la Policía comunista (STB). Milos Hrabina, uno de los agentes encargados del caso, admitió en 1962 que la misión que le habían encomendado era obtener pruebas que incriminasen al cura de Cihost, incluyendo la confesión de que había falsificado el «milagro» con un mecanismo de cuerdas y poleas ocultas en la cruz.
El nuevo régimen no podía permitir que una manifestación de fe como aquella, y mucho menos un milagro, eclipsara al culto que el pueblo debía profesar al partido comunista y su líder. El párroco se negó a declarar lo que le exigían y el 28 de enero otros dos agentes se presentaron en la iglesia y se lo llevaron. Aquella fue la última vez que se le vio con vida. Fue torturado y golpeado sin piedad durante el mes de febrero. Los golpes no se detuvieron ni cuando el sacerdote tenía las piernas destrozadas. Aún así, siguió negándose a declarar lo que las autoridades querían que declarase. No estaba dispuesto a negar lo que sus feligreses habían visto.
El verdugo fue Ladislav Mácha, al que Luis Calvo se refería solo con sus iniciales. El enviado especial de ABC defendía también que el supuesto artilugio que había movido la cruz había sido ideado y construido por la misma Policía para desacreditar a la Iglesia. A continuación contaba la última tropelía cometida por los comunistas, cuando Toufar ya agonizaba: le trasladaron hasta Cihost para grabar una película en su parroquia en la que se recrease el supuesto truco de las poleas, pero como sus heridas eran muy graves, al final tuvieron que utilizar a un doble.
Las investigaciones
En 1968, el periódico checo ‘Lidova Demokracie’ defendió la tesis de que Toufar había sido ilegalmente detenido en febrero de 1950 para ser acusado de la fabricación del «milagro de Cihost». Y añadía: «Mácha torturó al sacerdote para obligarle a que se confesase culpable y le dio a beber una pócima que aún no ha sido identificada. La úlcera que padecía el párraco en el estómago se perforó y ocasionó su muerte el 25 de febrero».
Según revelaba Miloš Doležal en ‘Como si fuéramos a morir hoy. La vida, el sacerdocio y el martirio de Josef Toufar’ (Itaca, 2015), el personal de la clínica de Praga donde fue llevado denunció posteriormente las horribles tácticas de interrogación utilizadas por los agentes comunistas. Así lo contaba el médico František Maurer: «Estuve presente en la operación de Toufar e hicimos todo lo humanamente posible para salvar su vida, pero no lo conseguimos. Fue golpeado hasta la muerte de una manera increíblemente cruel. Se trató de un claro asesinato». Y una de las enfermeras añadía en 1968: «Estuve en un campo de concentración, vi muchas cosas en mi vida, pero nunca un caso de violencia tan horrible como el de Toufar. En su cuerpo no quedaba ni un sitio que no sangrase y de su boca continuamente salía saliva y sangre».
En 1950, el ministro de Interior, Vaclav Nosek, aseguró en una rueda de prensa, sin la presencia de los corresponsales extranjeros, que el cura había confesado que había engañado a los feligreses. «Él sabe que va a ser juzgado y castigado, al igual que los sirvientes a sueldo del alto clero católico que han actuado como cómplices», señaló. Presentó después el supuesto juego de poleas y la película, pero no confesó que Toufar estaba ya muerto y enterrado en una fosa común. La opinión pública tardó cuatro años en enterarse y el autor no fue condenado hasta 1998, aunque nunca entró en la cárcel debido a su avanzada edad. Falleció en su casa a los 95 años, rodeado de su familia y en paz.
Tras la caída del Muro de Berlín en 1989, la iglesia de Cihost se convirtió en un lugar de peregrinación al que los pocos católicos que quedaban en la República Checa acudían para ver donde se produjo el milagro de Toufar, el cura que actualmente está en proceso de beatificación.