Las pasiones políticas tienen una mala fama que no merecen. El ascenso de los populismos y el abuso de la sentimentalidad ha obligado a no pocas personas cabales a reivindicar una política serena o incluso apática. La apuesta por la racionalidad y la moderación ha concedido un prestigio exagerado a los discursos flemáticos y ante los abusos del parvulario emocional hemos olvidado que, sobre todo en política, existen y se necesitan pasiones nobles. La compasión, el amor a la verdad, la justa indignación o incluso la misericordia son ejemplos de ello.
Aristóteles analizó con precisión el papel de las emociones en los discursos públicos y su maestro Platón supo reconocer la existencia de pasiones útiles para la práctica de la...
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